Salimos bien escoltados hacia la casa de Gabriel y Evelin. Al llegar, ya Cielo está despierta y ellos nos conducen hasta la glorieta en el jardín, donde, para nuestra alegría, nos encontramos con todos los primos, sus esposas e hijos, que al vernos se levantan para felicitarnos.
—Felicidades, Gerónimo —me abraza Evelin, seguida de Fiorella, María Isabel y Asiri—. Estamos muy felices de que esto no durara tanto y de que salieras ileso.—Felicidades, Gero —me felicita emocionado Oliver—. Acá, mi esposo está que echa humo.—¿Por qué, Darío? ¿Algún problema? —pregunto enseguida.—Me alegro de que estés bien, Gerónimo —dice también Darío, dándome un abrazo—. Pero comprobamos un serio error en los aparatos que les dimos a todos. Aparte de reunirnos para darte la bienvenida, tambié