Estoy aún en la clínica de Luigi, esperando los resultados de las pruebas que me realizaron para poder irme a casa. Estoy desesperado por estar a solas con Cielo, que está dormitando en una silla a mi lado. Se ve que está realmente cansada. Me levanto, la tomo y la acuesto a mi lado en la cama. Ella no se despierta, solo se gira entre mis brazos y sigue durmiendo.
La miro, la reviso una y otra vez, tratando de encontrar algo en ella que ayude a los demás a no confundirla. Pero, como he dicho, ella no tiene una sola imperfección; es limpia y pura. La estrecho fuerte entre mis brazos, prometiéndome a mí mismo velar por ella. Porque estoy seguro de que esa otra chica, que se está haciendo pasar por mi Cielo, volverá a aparecer. —Gerónimo —entra el tío Luigi en ese momento, acompañado del tío Rossi—. Ya te puedes ir. —¿Seguro? —pregunto con una sonrisa. —Sí, logramos limpiarte de esas dos drogas que te pusieron. Son de efecto rápido y se eliminan por la