En el hotel, después de que se retirara el detective Colombo, me siento impaciente. Finalmente, me avisan que ya ha llegado. Bajo presurosa junto a mi ayudante y, al ver el auto que me trajeron, quedo realmente impresionada. Presto atención a todo lo que me explica el joven que lo ha traído: las facilidades que tiene, los compartimentos con armas.
—¿Para qué va a necesitar esas armas, señora Lena? —me dice el ayudante—. Mejor digamos que se las quiten.—No, deje todo como está. A mí me gusta. Móntese. Vamos a dar una vuelta en él. Quiero sentir si es verdad que es tan bueno como dicen. Además, si voy a pagar esa fortuna por él, quiero saber si lo vale. Por favor, joven —le digo al trabajador de los Garibaldi—, hágame una demostración de lo que puede hacer este auto.—¿Le molestaría si la llevo al área de prueb