338. VERDADERO AMOR
Ella suspiró, todavía desconcertada. Pero entendió que no habría escape si no hacía lo que él pedía. Una sonrisa leve se formó en sus labios mientras se inclinaba y lo besaba, un roce que parecía destinado a suavizar la tensión. Luego, con suavidad, susurró encima de su boca:
—Está bien, sí quiero. Quiero que me hagas tuya.
Los ojos de Gerónimo brillaron con la satisfacción de la victoria, pero no se conformó.
—Por favor —murmuró posesivo.
Cristal, incapaz de resistirse a ese magnetismo oscuro y dominante, sonrió aún más mientras lo complacía:
—Por favor, amor, hazme tuya.
La sonrisa de Gerónimo fue breve pero cargada de intención, y de inmediato la sujetó con fuerza por las caderas, guiándola para