233. TE NECESITO
Guido se dejó llevar por Cecil, quien lo condujo a su habitación. Observó todo con curiosidad, pero su atención se detuvo especialmente en la cuna de su bebé. Se acercó despacio y tomó un juguete que permanecía en ella; lo olfateó, descubriendo en ese pequeño objeto un aroma que lo llenó de alegría y, al mismo tiempo, de un dolor punzante. Sin entender del todo la razón, rompió a llorar.
Cecil corrió hacia él y lo abrazó, acunándolo entre sus brazos. Mientras lo sostenía, cubrió su rostro con besos. Sus manos temblorosas atrapaban el rostro de Guido, intentando consolarlo. Guido sintió cómo, de pronto, algo violento se desataba dentro de él. Un deseo irrefrenable lo invadió, un deseo de castigarla. Se apartó bruscamente, dejando a una Cecil estupefacta, sin comprender el cambio repentino en su actitud.
—¡Desnúdate! —ordenó Guido con voz firme, cargada de un tono urgente e implacable.
—¿Guido...? —susurró ella, casi incrédula, leyendo algo en el brillo de sus ojos que le provo