Cristal aprieta la prueba contra su pecho. Algo en las palabras de su esposo le provoca un temblor en las manos, pero se mantiene firme.
—¡No lo haré más! Realmente no me acordé anoche. ¿Qué quieres que haga para demostrarte lo arrepentido que estoy? Hice tantas locuras antes de conocerte… Tantas cosas de las que no estoy orgulloso. Pero cuando llegaste tú, todo cambió. Perdí ese miedo a ser vulnerable, a necesitar a alguien. Por eso, todo lo que hago… incluso mis errores, son por no perderte. Estoy tratando de aprender, Cielo. Lo juro —continúa Gerónimo, con la voz quebrada al final. Ella cierra los ojos, conectando cada palabra con el hombre al que ama… y al que tanto quisiera odiar en este momento. No puede decidir qué pesa más: el enojo vívido o ese amor profundo que no logra arrancarse del alma. Respira hondo, pero el nudo en