Las palabras de Fiorella cayeron como un balde de agua fría sobre Maximiliano, quien no podía contener la oleada de confusión y amargura que lo dominaba. Una mezcla de incredulidad y frustración nubló su juicio, y por un instante quiso gritarle, exigirle respuestas que encajaran con los retazos difusos de su memoria.
—¡Eso no puede ser cierto! —repitió, casi gritando, mientras pasaba las manos por su cabello en un gesto de impotencia—. Fiorella, si eso sucedió… si te pedí ser mi novia, no hay forma de que yo lo olvide.Ella lo observó, cruzándose de brazos, con una mirada que oscilaba entre el reproche y el desconsuelo. Estaba claro que recordar esa noche le causaba tanto dolor como a él, pero Fiorella no estaba dispuesta a suavizar lo que había dicho.—¡Lo es! ¿Crees que una chica no sabe quién es su primer novio? Lo olvidaste,