Sin esperar respuesta, Gerónimo caminó hacia la puerta, murmurando algo sobre tomar agua y resolver todo aquel asunto lo antes posible. Se marchó con paso presuroso, dejando a Maximiliano solo en la terraza. Este lo observó hasta que desapareció de su campo de visión, sin apartar su mirada penetrante y calculadora.
Tras un momento de quietud, Maximiliano dejó escapar un suspiro y sacó su teléfono, comenzando a navegar distraídamente. Estaba inmerso en la pantalla cuando una voz conocida lo sacó de su concentración al preguntar:—¡Maximiliano! ¿Qué haces aquí?Maximiliano se puso de pie de un salto al ver a la hermosa Fiorella justo delante de él. Sintió cómo su corazón se detuvo, para luego latir acelerado como si quisiera salírsele del pecho.—¡Fiore! —exclamó admirado.—Fiorel