Cristal sentía como si cada palabra de Coral despejara un poco más la niebla que había cubierto su vida durante tanto tiempo. A su alrededor, la mafia italiana estaba llena de intrigas y rivalidades que ella no entendía. Su única preocupación era seguir con su verdadero amor.
—¿Quieres decir que todavía estoy legalmente casada con mi Gerónimo? —preguntó, con el semblante realmente feliz, como si lo que acababa de decir la prima de su esposo fuera la información que le salvaba la vida. Maximiliano la miró, alborotada, y movió la cabeza negativamente. No podía negar que su pequeña hermana estaba realmente enamorada de Gerónimo, aunque le dolía admitirlo, y temía que él la hiciera sufrir. —Bueno, tendrían que inscribir el matrimonio aquí —aclaró Coral al ver su alegría.