135. EL MIEDO DE CORAL
Coral lo abraza con fuerza y hasta deja escapar un sollozo. Vicencio la deja, y cuando se separa de él, la mira con cariño. Le acomoda el cabello, que, contrario a lo que acostumbra al llevarlo siempre en una coleta, hoy lo trae suelto. La hace ver mucho más hermosa.
—Prométeme que te cuidarás muy bien. No vuelvas a esperarme fuera del auto, hazlo dentro —le pide ella nerviosa—. También quiero que, a partir de hoy, traigamos más guardias contigo.
—Si hacemos eso, se van a enterar de que andas con el hijo del Greco —le recordó Vicencio.
—¡No me importa, te quiero seguro! —respondió ella enseguida.
—¿No es aquí donde su mamá le compró el apartamento? —preguntó de pronto Vicencio, mirando hacia el lugar—. Creo que es el que queda al lado del de Maximiliano, o el de la planta baja.
—¡Es verdad! —exclamó Coral y tiró de él—. ¡Dale, vamos a ver cuál es! ¡Tengo la llave aquí! Será tuyo.
—No será mío, será suyo, y así podrá entrar a este edificio sin que nadie sospeche nada. Tambi