El hombre más solitario

Cuando pasaron seis meses desde el rompimiento de Zack y Moira, él no sintió que hubiera muchos cambios en su vida.

Siguió ocupado con sus proyectos e inventos que significarían la salvación de millones de vidas alrededor de todo el mundo. Necesitaba masificar su nanotecnología para ponerla al alcance de las personas con bajos recursos, que eran las poblaciones más vulnerables. Esto claramente no le fue fácil, había intereses políticos y económicos tratando de frenarlo, empresas que se caerían por completo sí llegaba a implementar su tecnología, pero le importaba muy poco ese tipo de cosas. Él quería lograr el avance científico de la humanidad y nada lo iba a detener.

Se ganó muchos enemigos con su tecnología, pero también muchos amigos, tenía sus conexiones y solo le faltaba encontrar el modo de hacer la más importante de las piezas con un material barato para que la masificación a nivel mundial fuera posible.

Era el hombre más famoso del mundo, uno de los más poderosos, y nada le impediría lograr lo que quería…

Y, cuando lo logró un par de meses más tarde, se sintió completamente satisfecho y realizado. Ahora solo faltaba el lío político y económico para extender su nanotecnología, pero afortunadamente tenía a personas confiables ya encargándose de eso. Finalmente podría tomarse un pequeño descanso.

Llegó a su casa renovado y felizmente quiso compartir las buenas noticias con Moira, apenas entrar y fijar sus ojos en la sala, se congeló por completo.

¿Dónde estaba Moira?

Cuando esa pregunta se le pasó por la mente, la respuesta le llegó una milésima de segundo más tarde.

Ah, sí. Rompió con ella. Quería casarse y él no, quería que le dedicara más tiempo y él claro que no podía, ella quería que él fuera alguien que no era.

Obviamente no tenían más futuro, terminar su relación fue la opción lógica y la verdad es que trabajar fue más fácil desde entonces.

Pero, por un momento, realmente esperó verla en la sala de su casa al llegar, trabajando en algún caso policial o viendo deportes en la televisión, o incluso malhumorada porque estuviera llegando tarde a casa otra vez.

Pero no estaba. Su Miry ya no estaría en casa nunca más.

Soltó el maletín que traía con él, como sí recién se diera cuenta de que realmente había terminado con ella hace casi un año atrás. Claro que lo sabía, pero en un principio solo pensó en las ventajas que le traería trabajar sin ella reclamándole que nunca estuviera en la casa o que ya jamás contestaba sus llamadas. La verdad es que en sus últimas semanas juntos estuvo un poco insoportable, pero…

“¿Qué se supone que haré ahora?”

Abrió mucho los ojos, sorprendido por la presión que estaba sintiendo en el pecho. Verdaderamente la respiración se le atoró en la garganta por un segundo y es que… no lo recordaba.

No recordaba cómo era su vida antes de conocer a Moira.

Los recuerdos de interminables horas estudiando eran opacados por esas sonrisas brillantes y sus coquetos ojos oscuros, la forma en la que se sonrojaba cuando él era demasiado directo y las pataletas que hacía cuando la llamaba colibrí, pero sobre todo la calidez de su cuerpo desnudo contra el suyo, sus labios suaves separándose para evocar su nombre en un grito silencioso cuando la arrastraba hacia la cúspide del placer y las caricias que llegaban cuando estaban a punto de dormirse, agotados y satisfechos. Y tantas cosas. Tantas cosas que era ridículo.

“Lo ridículo fue terminar con ella, imbécil”, se dijo a sí mismo.

¿Realmente fue la decisión correcta? Ella estaba siendo difícil, pero él no era precisamente un santo, de hecho, ella le aguantó muchos desplantes mientras trabajaba en su nanotecnología ¿qué derecho tenía de juzgarla?

Simplemente no tenía tiempo, estaba estresado y ella hacía todo más difícil con esa actitud que no sabía de dónde diablos sacó. En su momento le pareció una mejor idea simplemente acabar con la principal fuente de distracción y ya, pero ¿y ahora qué? Tenía tiempo libre y ¿qué se supone que iba a hacer con él? ¿Qué hacía con su tiempo libre antes de estar con Miry? Ni siquiera podía recordar su vida antes de conocerla.

Qué imbécil, debía llamarla. Tenía que llamarla ahora mismo. Ella entendería, ella era comprensiva, siempre perdonó sus desplantes, lo perdonaría esta vez también y todo resuelto ¿verdad?

Sacó su teléfono y buscó su número, solo para congelarse al ver su nombre en la pantalla, con un recuerdo llegándole a la mente.

"Te prometo, Zack, que nunca volverás a verme. Nunca volveré a molestarte. Puedes estar tranquilo".

Lentamente, volvió a guardar su celular en su bolsillo.

No fue solo una pequeña discusión, no fue solo una ruptura de palabra como aquella vez donde la dejó plantada y ella le dijo que no quería volver a verlo en el calor del momento. Ella le dijo que quería casarse y que dejará un poco de lado sus asuntos para dedicarle más tiempo, él la rechazó y ella dijo que ya lo había estado esperando, que ya tenía listas sus maletas, que se iría… a Londrés.

Y él le dijo que no podría ser el hombre que ella quería, y tuvo razón.

¿Qué derecho tenía a pedirle volver si no estaba dispuesto a darle lo que ella quería?

De eso pasó todo un año, para ese punto seguramente ya había encontrado a un hombre que dedicaría cada segundo de su vida a hacer todo por complacerla, candidatos no iban a faltar, con lo hermosa que era, quizás ya estuviera con otro, quizás ya estuviera planeando la boda que siempre quiso, quizás ya habría olvidado por completo que ella solía dormir entre sus brazos, quizás ahora era el nombre de otro hombre el que evocaban sus labios al gritar en silencio.

Sus dientes crujieron.

—¡MALDICIÓN! —Estrelló su puño contra la pared detrás de él, sin importarle cuando su antebrazo se encontró con un espejó al que de inmediato quebró, provocando que su muñeca se llenara de pequeños cortes sangrantes.

Lo que dijo fue cierto, no podía ser el hombre que le diera la vida que ella quería, pero… no soportaba la idea de que otro tuviera ese puesto. Y lo peor es que recordaba perfectamente que le dijo que dejará de perder el tiempo con él y se buscará a otro.

“Al diablo con mis premios Nobel, deberían darme el premio al idiota más grande del mundo. Felicidades, imbécil, apuesto a que siguió el consejo y ahora está feliz con algún suertudo ¿y tú qué? ¿Estás feliz ahora? Porque seguramente ella está feliz con otro”.

Importándole un comino el dolor, estrelló su otro brazo contra un jarrón cercano, rompiéndolo en el acto y rasgando un poco la piel de su muñeca antes de que terminara de fragmentarse hecho trizas en el suelo.

Observó la sangre en sus brazos con indiferencia.

Eran cortes superficiales, estarían bien, de hecho, podría curar esas heridas en un segundo con su nanotecnología, pero en vez de hacerlo buscó el paquete de primeros auxilios y se vendó los brazos cuidadosamente, recordando la época en la que Moira solía hacer eso cuando se quemaba con ácidos o algo le estallaba en la cara por sus inventos, o cuando él hacía eso con ella cuando se hería por sus intensos entrenamientos policiales. Recordaba que sus manos ásperas siempre se movían con mucho cuidado sobre sus heridas, y el brillo de tristeza y preocupación en sus ojos por verlo lastimado, a él tampoco le gustaba mucho que se diga el verla herida. Y, una vez terminaban con las vendas, siempre compartían un beso de consuelo al final, como sí las vendas y pomadas no fueran suficientes, como sí necesitaran eso para dejar de sentir dolor.

Cuando terminó con las vendas y las heridas siguieron ardiéndole, comprobó que necesitaba ese beso.

Pero…

¿Realmente eran los cortes lo que estaba doliendo?

Tomó una profunda bocanada de aire y negó con la cabeza, yendo a su almacén de medicamentos para buscar pastillas para dormir.

No pensaría más en esto. No podía hacer nada al respecto, lo lógico fue separarse de Moira porque no podía darle la vida que ella quería.

¿Realmente eran los cortes lo que estaba doliendo? Sí, por supuesto que sí. ¿Qué más podría estar doliendo?

Él se provocó esos cortes, él se deshizo de la única que podría curarlos, él debería lidiar con las cicatrices.

Ya no habría nadie esperándolo en casa.

Y era todo por su culpa, de eso se dio cuenta ese primer año sin Moira.

-------------------------

En la actualidad, ya habían pasado cinco años… desde la última vez que vio a Moira, su amada Miry.

Zack se sorprendió a sí mismo con ese pensamiento en medio de la noche mientras esperaba que las pastillas para dormir hicieran efecto.

Con el paso de los años, el recuerdo de Miry cada vez lo perseguía menos. Inconscientemente siempre elegía evitar cosas que le recordaran a ella, lo que explicaba su distanciamiento con Clark y la mayoría de sus amigos en general.

Clark era un amigo cercano y compañero de trabajo muy valioso, pero era el cuñado de Moira.

Aunque el problema con Clark era que él también resultaba ser uno de sus colegas científicos más cercanos. De hecho, mañana mismo tendría que volver a trabajar con él, ya que era un experto en la administración de recursos y eso era algo que le interesaba para su nuevo proyecto.

Agh, mañana también era el cumpleaños de uno de los hijos de sus padres adoptivos. Seguramente su padre pronto vendría a molestarlo para que se presentara en la tonta fiesta infantil que le harían.

Sin embargo, eso no iba a pasar ni ahora ni en cien años. Por más que fuera su hermano menor, Zack no era muy aficionado a los niños.

Ya luego le enviaría un regalo caro para compensarlo por no ir a su fiesta.

Prefería perder el tiempo con su nuevo pasatiempo favorito para cuando no estaba trabajando: embriagarse.

Así le gustaba vivir ahora cada vez que no estaba concentrado en su trabajo.

Suspiró al sentir un repentino golpe de somnolencia. Finalmente, las pastillas de dormir hacían efectos.

En las noches era cuando más el recuerdo de los mejores años de su vida con Miry quería atormentarlo, por eso siempre que no se mataba a si mismo de cansancio en el trabajo para caer dormido inmediatamente por agotamiento recurría a las pastillas para dormir. Aunque a veces los recuerdos aprovechaban sus últimos momentos de consciencia para regresar.

Y a veces su mente también elegía torturarlo y sus sueños se inundaban de los hermosos ojos de Miry, así como sus hermosas sonrisas.

Al despertar después de tener ese tipo de sueño otra vez, Zack supo que iba a estar de mal humor todo el día.

Otra razón para no ir a la fiesta de su hermano menor, pero eso no lo salvaba de tener que lidiar con Clark.

—¡Hola, Zack! —Apenas llegar a su laboratorio, encontró a Clark ya emocionado por comenzar a trabajar, aunque no vino solo.

—¡Hola, tío Zack! —Su hijo de diez años lo acompañaba hoy también.

Zack sabía que a Clark le gustaba traer a su engendro ya que el niño era un aspirante a científico, pero seguía sin ser muy aficionado a los niños.

—Hola, Ricky. —Aun a pesar de su desagrado por los niños, sonrió y revolvió el cabello castaño del chiquillo, que era una copia de su padre en miniatura, solo que con ojos iguales a los de su madre Lily, que eran muy parecidos a los ojos de Moira—. Clark, ¿debo recordarte que el laboratorio no es una guardería?

—Lo siento, él insistió, sabes que ama la ciencia y también te admira mucho. —Sonrió orgulloso—. Además es bien portado, la última vez que vino no causo problemas.

Sí, Ricky realmente era bien portado en el laboratorio, pero lo que lo molestaba era otra cosa…

—¡Wow, eres genial tío Zack! ¿Cómo funciona esa cosa brillante? ¡¿También es nanotecnología, tío Zack?! ¡¿Me dices, tío Zack, me dices?!

Si bien que sea tan parlanchín a veces podía ser molesto, lo que realmente lo hacía desear que el niño no estuviera allí era su tendencia a llamarlo "tío".

“No soy tu tío, niño. Nunca lo fui”.

Hizo una mueca al recordar como Moira siempre solía hablar de Ricky refiriéndose a él como "nuestro sobrino" antes de que terminaran su relación. Eso era ridículo, ellos nunca se casaron así que nunca fue su tío, pero… en sus años de relación con Moira, en su mente también pensaba en Ricky como su sobrino, hasta que terminó con Moira y ya no se permitió ver al niño de ese modo.

Era ridículo, pero realmente le molestaba que lo llamara así. Aunque no iba a decir nada, ni él era tan desalmado como para cortar lazos de forma tan directa con un niño de diez años, pero cuando creciera más comenzaría a considerarlo si es que seguía diciéndole así.

No quería ser llamado tío por un sobrino de Moira, no necesitaba otro recordatorio de lo idiota que fue al perder a la única mujer que había amado.

Le envió una mirada a Clark para que supiera que no tenía tiempo para lidiar con su mocoso ahora mismo y él de inmediato suspiró y envió a Ricky a distraerse con otra cosa.

Luego de un par de horas trabajando, Zack recibió una llamada importante y dejó a padre e hijo solos por un momento.

Cuando regresó al laboratorio a paso lento, se congeló al escuchar ciertas palabras mientras abría la puerta.

—Sabes que tu tía Moira trabaja mucho, y su hija es muy pequeña para llamarte sola. Ten paciencia y espera a que ellas te llamen. Te adoran, seguramente ya no tardaran mucho, pequeño impaciente.

La boca de Zack cayó abierta y de inmediato abrió la puerta de golpe, llamando la atención de padre e hijo, que lo miraron de inmediato.

Ricky estaba haciendo pucheros, y Clark seguía solo concentrado a medias en la simulación por computadora en la que debía estar trabajando.

—¿Qué dijiste? —preguntó completamente pálido—. ¿Qué dijiste de Moira?

El niño lo miró confundido, mientras que Clark apartó la mirada, obviamente incómodo.

—Estábamos hablando de mi tía Moira y de su hija, mi prima —dijo inocentemente Ricky.

Zack apretó los puños, mirando seriamente a Clark, que seguía evitando mirarlo.

¿Moira con una hija? ¿Cómo es que no se enteró de eso antes? ¿Cuánto tiempo hace que se había casado y formado una familia?

Y él aquí como idiota todavía pensando en ella.

Era tan…

Esperen.

Si su corazón ya había estado latiéndole frenéticamente en sus oídos, de repente casi sintió como si se hubiera detenido, a pesar de que eso era irrazonable, pero verdaderamente por un segundo la sola idea casi lo hace tener un ataque de pánico allí mismo.

—Clark… —Un oscuro presentimiento comenzó a arrastrarse por todo su cuerpo—. ¿Qué edad… tiene esa niña?... —Lo miró con los ojos muy abiertos.

Clark pareció confundido por la pregunta.

—Eh, pues… ya me habías dicho que no te interesaba saber nada de Moira, pero si insistes. —Encogió los hombros—. No sé mucho de mi sobrina, pero Lily dijo que cumplió tres años hace poco.

Zack sintió la información como una bofetada en el rostro.

“¿Tres?...”

Oh…

“Entonces… entonces la niña no podía ser…”

Tsk. ¿Y en qué demonios había estado pensando?

Pasaron más de cinco años, claramente Moira había seguido adelante. Claramente ya tenía a alguien más a su lado y había decidido formar una familia. Era obvio.

¿Por qué demonios creyó que…?

—Olvidé que tengo que hacer otra llamada. Ya regreso. —Rápidamente salió del laboratorio sin dar más explicaciones.

Fue corriendo a los baños para echarse un poco de agua fría al rostro.

De todas las cosas que podrían haber pasado ese día, enterarse de que Moira ya tenía una familia era algo que nunca habría esperado. Y mucho menos habría esperado lo mucho que esto lo estaba afectando.

Y es que por un momento creyó que… Por un momento tuvo la esperanza de que esa niña pudiera ser suya, que aún conservara un lazo que lo uniera con Moira.

Volvió a mojar su rostro y finalmente lanzó un gran suspiro. Entonces sonrió dolorosamente.

Honestamente ¿qué había estado esperando?

Se odiaba a sí mismo por lo patético que podía ser cuando se trataba de Moira, pero más se odiaba por haberla dejado ir hace cinco años. Obviamente ella ya lo había olvidado y su vida ya debía estar más que rehecha. Y él no podía culparla, solo podía arrepentirse.

Con su rostro perfectamente tranquilo, regresó al laboratorio para seguir trabajando en el nuevo proyecto antes de ir a su casa a ahogarse en alcohol otra vez.

Después de todo, no había nada más importante que su preciado trabajo.

No le importaba nada más, así que ni siquiera se sabe que una niña al otro lado del océano está a punto de adorarle.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo