Cuando Diego llegó al lugar del terremoto, Eva y yo estábamos atrapadas bajo una enorme roca.La piedra estaba tan encima de mí que ni me podía mover, sentía un dolor terrible en el estómago y algo no estaba bien con el bebé. No podía escuchar en ese momento a Eva, y la preocupación empezó a invadir todo mi ser. Aunque mi situación ya era grave, traté de calmarla poco a poco.—Eva, tranquila, tu hermano va a venir a rescatarnos pronto.Aunque Diego y yo habíamos tenido una fuerte pelea esa mañana por Eva y seguíamos sin hablarnos, en el fondo de mi corazón todavía esperaba que viniera.Después de todo, llevaba a su hijo en mi vientre. Pensaba que, aunque ya no me quisiera, al menos por el bebé iba a estar ahí.Pero tristemente me equivoqué. Subestimé lo que ambos significábamos para él.Cuando ya no había forma alguna de salvarnos a las dos, me miró seriamente y dijo, sin dudarlo dos veces:—Primero voy a salvar a Eva.—¡¿Diego?! ¿Estás seguro? No podía creer lo que estaba escuchan
Lo seguí flotando hasta el hospital, llegué hasta la habitación donde estaba Eva.La vi acostada en la cama, tan frágil e inocente, que no pude evitar pensar en mi bebé.Ese bebé tan indefenso, que creció en mi vientre durante meses... sin ser reconocido, ni amado... y que jamás tuvo la oportunidad de ver este mundo.Los miré a Eva y a Diego con una rabia infinita que me estaba comiendo por dentro.En ese instante, juro que lo único que deseaba era convertirme en un alma en pena y llevarme a esos dos malditos desgraciados directo al infierno... para que pagaran por lo que le hicieron a mi querido hijo.—¿Hermano... estás enojado conmigo? —dijo Eva con voz débil—. Si yo no hubiera estado allí, tal vez tú habrías podido salvar a Marina primero.—No pienses esas cosas —respondió afligido Diego, abrazándola con ternura, acariciándole la espalda—. Ella siempre ha sido fuerte. Ya mandé a alguien a buscarla. Puede que sufra un poco, pero no va a pasar nada grave.—Pero... ella es tu esposa. A
Diego fue testigo de todo. Lo vio con sus propios ojos.—Marina, si algo le pasa a Eva, no te lo voy a perdonar nunca.Desde ese momento, Diego empezó a odiarme muchísimo más. Incluso llegó a pedirme el divorcio.Siempre me negaba, lloraba, rogaba... No quería separarme ni un minuto de él. Pero nuestro matrimonio ya estaba al borde del colapso.Eva siempre fue como esa espina clavada entre nosotros: imposible de sacar e ignorar. Miré a Diego y pensé: Si supiera que ya estoy muerta... ¿se alegraría? ¿Estaría feliz porque al fin se libró de mí?El celular de Diego empezó a sonar. Lo contestó sin poner altavoz.No sabía quién era. Me acerqué flotando, llena de curiosidad. ¿Sería del hospital? ¿Llamaban acaso para confirmar mi muerte?Sentía curiosidad por ver su reacción. Necesitaba saber qué sentiría al enterarse de que ya no existo.Pero entonces vi el nombre en la pantalla: mi nombre.Me quedé helada.—¡Diego! ¡No puedo creer que por culpa de Eva no hayas hecho nada por mí! ¡Quiero el
—Diego, ya estás casado con Marina. Tienen un hijo. Tienes que aceptarlo —dijo mi suegra, seria—. Ve a buscar a Marina, pídele perdón como corresponde. Yo me encargo de Eva. Todo lo que dijo fue por un momento de inestabilidad emocional.Así, mi suegra cerró el tema.—Marina sigue siendo tu esposa. Ni sabes en qué estado está ahora. No deberías estar aquí. Ve por ella —agregó, mirándolos a ambos con desprecio.Yo escuchaba todo, con el corazón temblando. ¿Así que solo yo no sabía nada? ¿Solo yo era la tonta en esta romántica historia? Diego y Eva... esa relación enfermiza y asquerosa, todo el mundo lo sabía, menos yo. Y encima... pensaban seguir ocultándomelo.Miré esos rostros tan familiares y al mismo tiempo tan extraños, y me dio un asco tremendo. Si no hubiera muerto, ¿quizás habría seguido engañada toda la vida?—Mamá, le voy a pedir perdón a Marina, claro que sí. Pero ahora lo más urgente es Eva. Ya encontraron a Marina, está bien. Está en casa de sus padres y no quiere verme. Cu
Ahora que lo pienso... todo se reduce a eso: Diego siempre amó a Eva. Por eso, en su mundo, nada ni nadie valía más que ella.Mi suegra intentaba de una y otra manera hacerlo entrar en razón, le pidió que fuera a buscarme... pero él ni se movió.Entonces, sonó el tono de un mensaje. Diego miró la pantalla, se le fue la cara de golpe y apretó la mandíbula con fuerza.—Mamá, no insistas. Esa mujer no tiene arreglo. Está loca porque salvé primero a Eva, y ahora me sale con que quiere el divorcio. Dice que, si no echo a Eva de la casa, va a abortar al bebé. En definitiva es una maldita víbora —escupió con rabia, los ojos encendidos.Floté hasta él, confundida, queriendo ver qué mensaje lo había puesto así. Y ahí estaba. Un mensaje enviado desde mi cuenta. Desde... mí.Pero yo... si ya estoy muerta.Regresé para mirar a Eva. Todo olía a que ella estaba detrás de todo. Solo alguien como Eva sería capaz de hacer algo tan retorcido.—¡Diego! —gritó furiosa mi suegra, fuera de sí—. ¡¿Cómo pude
Mi cuerpo fue encontrado dos días después. Cuando por fin me encontraron, tenía graves heridas por toda la cara y el cuerpo. Pero mis manos... aún seguían aferradas a mi vientre, como si todavía intentaran proteger a mi pobre bebé.Al descubrir mi cadáver, los rescatistas intentaron primero contactar a mi marido. No respondió. Así que llamaron enseguida a mi madre... y a mi suegra.Mi mamá, al ver mi cuerpo, se desmayó de la pena. Mi suegra también se desplomó, incapaz de sostenerse. Ambas necesitaron atención en el lugar.Cuando por fin despertaron, fueron juntas a encargarse de mis trámites de la autopsia. Luego, llevaron mi cuerpo al crematorio.Ambas llamaron a Diego. Y él.… muy descaradamente les cortó la llamada, sin decir una sola palabra.Fue en ese momento cuando apareció Lucas. Un hombre de más de un metro ochenta, llorando como un niño frente al congelador donde yacía mi cuerpo.—Marina... yo debí haberte detenido. Nunca debí dejar que te casaras con ese desgraciado. Abrirte
Cuando llegaron al hospital, Diego estaba dándole de comer a Eva con una expresión tan dulce y entregada que parecía una tierna escena sacada de una película romántica.Los vi juntos, tan compenetrados, y aunque sentí una punzada en el pecho, ya no fue tan fuerte como antes.Supongo que morir lo cambiaba todo. Ya no me dolía tanto. Después de todo, ¿qué más podrían hacer para lastimarme?El primero en explotar fue Lucas.Al ver a Diego alimentando a Eva con tanta ternura a su querida hermanita, sus ojos se llenaron de rabia. Sin pensarlo dos veces, le dio un puñetazo directo en la cara, tirándolo al suelo, y enseguida empezó a golpearlo enloquecido.—¡Maldito! ¡Mi hermana estaba ciega de amor por ti! ¡Su cuerpo aún está en el crematorio y tú ya estás aquí tan tranquilo con esta miserable zorra! ¡No la dejas descansar en paz!Lucas estaba fuera de sí, quería matarlo a golpes. Pero Diego no se quedó atrás: devolvió los golpes, y terminaron forcejeando tan fuerte que varios médicos tuvier
Abrí aterrorizada los ojos, sin poder creer lo que estaba escuchando. —¿¡Qué mierda estás diciendo!? —gritó Lucas, con los ojos enardecidos—. ¡Marina es mi hermana! ¡Aunque no seamos de sangre, ella es quien me ha cuidado toda la vida! ¿Y tú vienes con esas porquerías?—¡Diego! —dijo mi madre, completamente sorprendida y furiosa—. Mi hija jamás te falló. Ella y Lucas no eran hermanos biológicos, pero no merecen que los insultes así.Diego los miró, esbozando una sonrisa irónica.—Ustedes sabrán si miento. Yo vi una vez a Lucas salir de la habitación de Marina... a medianoche. ¿Y qué pasó después? Un mes después, Marina quedó embarazada. Dime si es mentiras, ¿qué hacía Lucas en la habitación de su hermana a esas horas?Lo miré, helada. ¿Eso pensaba de mí? ¿Que era una cualquiera?La verdad era muy distinta. Aquella noche, tuve una crisis de gastritis aguda. Lucas fue quien me llevó al hospital. Tuve que quedarme ingresada, y él fue a casa a buscarme algo de ropa y mis cosas de aseo.Es