Nunca imaginé que al día siguiente Lucas volvería al hospital. Entró en silencio, caminó directo a la habitación y agarró enfurecido a Diego por el cuello de la camisa, arrastrándolo fuera sin decir una palabra.
—¿Qué te pasa? ¿Ya se te corrió la teja? —gritó descontrolado Diego, tratando de soltarse.
—Tú decías que no creías que mi hermana estuviera muerta, ¿verdad? Pues hoy la vas a ver con tus propios ojos —respondió Lucas, serio, sin soltarlo ni un segundo.
—¿Qué demonios estás haciendo ahora? ¡No voy a ir a donde tú quieres! —Diego trató de resistirse.
—¿No que no creías? ¿Entonces por qué te niegas a ir? ¿Acaso tienes miedo, maldito?
Aunque Diego se resistió, Lucas lo arrastró hasta el crematorio. Lo empujó con fuerza hasta que estuvieron justo frente al congelador donde yacía mi cuerpo.
Lucas lo forzó varias veces a mirarme.
—¡Mírala! ¡Mira muy bien a tu esposa para que no la olvides! ¡Así murió! Con el cuerpo lleno de heridas, pero aún abrazando a tu precioso hijo. Y mientras e