—Diego, ya estás casado con Marina. Tienen un hijo. Tienes que aceptarlo —dijo mi suegra, seria—. Ve a buscar a Marina, pídele perdón como corresponde. Yo me encargo de Eva. Todo lo que dijo fue por un momento de inestabilidad emocional.Así, mi suegra cerró el tema.—Marina sigue siendo tu esposa. Ni sabes en qué estado está ahora. No deberías estar aquí. Ve por ella —agregó, mirándolos a ambos con desprecio.Yo escuchaba todo, con el corazón temblando. ¿Así que solo yo no sabía nada? ¿Solo yo era la tonta en esta romántica historia? Diego y Eva... esa relación enfermiza y asquerosa, todo el mundo lo sabía, menos yo. Y encima... pensaban seguir ocultándomelo.Miré esos rostros tan familiares y al mismo tiempo tan extraños, y me dio un asco tremendo. Si no hubiera muerto, ¿quizás habría seguido engañada toda la vida?—Mamá, le voy a pedir perdón a Marina, claro que sí. Pero ahora lo más urgente es Eva. Ya encontraron a Marina, está bien. Está en casa de sus padres y no quiere verme. Cu
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