Capítulo 136

La mañana amaneció más tranquila de lo habitual. La luz del sol se filtraba por las cortinas del comedor, iluminando motas de polvo que flotaban en el aire. Por primera vez en semanas, el refugio no olía a tensión ni a humo de cigarrillos, sino a café recién hecho y pan tostado.

Emma bajó las escaleras con paso suave. Desde la cocina se escuchaban las voces entrecortadas de los niños; Nora reía, y Daniel trataba de mantenerla concentrada frente a una hoja.

—La “A” se hace así, ¿ves? —le decía, trazando líneas torcidas con un marcador azul.

Nora imitaba los movimientos con la lengua afuera, concentrada. Emma los observó desde el marco de la puerta, sintiendo cómo se le ablandaba el corazón. En medio de tanto caos, aquella imagen —dos niños riendo juntos— era una pequeña victoria.

—Muy bien, profesor —dijo finalmente, haciéndolos voltear.

—¡Emma! —gritó Nora, corriendo a abrazarla.

—Hola, pequeñita. —Le devolvió el abrazo antes de mirar a Daniel—. ¿Y tú? ¿Desde qué hora estás despierto?
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