Capítulo 130

El motor de la camioneta rugía bajo la luz gris del amanecer. La carretera se extendía como una cicatriz interminable entre colinas áridas y campos abandonados, marcando el trayecto hacia un destino que Emma apenas se atrevía a soñar. En sus manos, sostenía aún la muñeca de trapo de Nora, como si aquella pequeña figura pudiera guiarla entre las sombras.

Alejandro conducía con gesto tenso, los ojos clavados en el horizonte. A su lado, Emma observaba los árboles que pasaban veloces, imaginando a Nora entre ellos, sola, esperando. Marcos iba en el asiento trasero, con la mirada perdida, como alguien que había visto demasiado en poco tiempo.

El silencio era pesado, cargado de pensamientos que nadie se atrevía a pronunciar. Finalmente, Emma rompió la quietud.

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