Si simplemente, lo hubiera abofeteado y tratado de darle una patada, hubiera dolido menos. Mucho menos.
Estaba tan enamorado de ella… tan enloquecido por todo lo que era.
La desesperación por estar entre la espalda y la pared, por la amenaza de perderlo todo, se transformó en una necesidad por tenerla de alguna manera. Así, prisionera, odiándolo, buscando las grietas para escaparse.
Pero él quería más, anhelaba otra cosa. Y no iba a obtenerla nunca. La quería a ella. Tantas veces cerró los ojos y la imaginó sonriéndole, abrazándolo. Soñaba despierto que Verónica lo recibía con los brazos abiertos para borrarle las porquerías de su trabajo.