Mercedes dejó el lugar paradisíaco en la playa con una sola certeza: él tenía a alguien más. No era posible que no hubiera pasado más que un beso con esa pasión y esa fuerza para luego separarse casi horrorizado. No encajaba con todo lo que se hablaba de Maximiliano.
Pero con paciencia, obtendría lo que quería. Después de todo, el matrimonio era casi un hecho. Que tuviera por ahí una amante o dos, era común para hombres como él. Le alcanzaba con ser la señora Lavalle.
A él la culpa lo estaba carcomiendo. Se sentía más que ridículo, más que desorientado. ¿Culpa de qué? ¿De besar a una mujer pensando en ella? ¿De sentir que le debía explicaciones? Estaba llegando al punto de qu