NERIAH
Siento su presencia incluso antes de volver a respirar.
Kael.
Todo en él es una explosión silenciosa. Cada partícula del aire parece vibrar, desgarrada por la fuerza bruta que irradia. La luz blanca de la sala, cruda y fría, casi se opaca ante esta presencia salvaje. Mi cuerpo reacciona antes de que mi mente lo comprenda: mi piel se eriza, mis músculos se tensan, mi aliento se hace corto.
No se mueve, pero es como si su mera existencia hubiera creado una onda invisible, un choque eléctrico que recorre toda la habitación. Un aliento extraño, pesado y magnético, se desliza contra mi piel. Un calor brutal, seguido de un frío helado, me desgarran, me hacen temblar involuntariamente.
— Neriah…
Una sola palabra, como una cuchilla.
No necesita decir más. Este murmullo corta el aire como un trueno, me arranca de mi silla, de mi razón, para clavarme en un vértigo visceral. Su mirada… Mi corazón se detiene. Esa mirada es un abismo.
Algo sucede, un ruido.
Luego otro.
Giro la cabeza, medio