—Hiciste mal. Yo no estoy sola. Tengo un hombre que me adora y tiene recursos. Sus hermanos son también incondicionales.
—Lo sé. Quedó atrás, y te juro que es gracias a Jace. Siempre lo vi como mi amor imposible. Cuando él se acercó, me dijo que sabía qué había pasado y se comprometió a hacerme reír un poco cada día, comencé a renacer. Y lo ha hecho, a diario, con creces.
—Estoy alelada. Me alegra saber que ustedes están saliendo. Pero no voy a poder sacar tu relato de mi mente y de mi corazón, hermanita.
—Eso temía. Por ello es que te lo cuento ahora que me siento entera.
Para que veas que no tienes que levantar mis pedazos.
—Lo haría una y mil veces—sentenció Regina, con fiereza.
—Lo sé—la abrazó— Y por eso y mucho más te amo, hermanita.
Estuvieron un buen rato abrazadas, y fue solo el llanto de Brooke al despertar el que las separó.
—¿Está bien si le cuento a Milo?—inquirió Regina.
—Sobre nuestra relación, Jace lo iba a hacer hoy. Lo otro, puedes. Pero no quiero tener que hablar co