Kaleb se incorporó rápido y le quitó la mordaza, absorbiendo con un beso apasionado los restos de sus expresiones ahogadas, a la vez que quitó los aprieta pezones y ella sintió la sangre volviendo a esos sitios ultrasensibles, haciendo que nuevas oleadas fluyeran por su cuerpo, hasta dejarla desmadejada.
Él la sostuvo por la cintura y la desató, tomándola entre sus brazos para llevarla hasta el lecho, donde la depositó como si fuera una carga valiosa. Allí la acarició con suavidad y hasta que recuperó la respiración normal.
—¿Cómo se sintió, gatita?—inquirió, un dedo delineando su rostro, mirándola con atención, buscando encontrar reacciones de disgusto, tal vez.
—Fue diferente… Extraño. Dolor y placer juntos Pero liberador— aseguró—. Detesto el dolor, y, sin embargo, aquí…—no sabía de qué modo explicar lo que había sentido, lo que había vivido.
—Cuando está unido con experiencias tan devastadoramente pasionales puede ser maravilloso. ¿Seguimos? ¿Quieres probar más?
Asintió con veheme