La explosión en su mano lo alivió, aunque supo sin sombra de duda que esta tensión era mucha como para resistirla por largo tiempo y no se disolvería con un polvo común. Ni siquiera cometió el desvarío de llamar a algunas de las mujeres que tenía en su agenda. Él tenía muy claro qué lo provocaba y conmovía, qué lo hacía vibrar y alentaba su libido. En este momento de su vida era Kelly.
Suspiró y tomó una ducha fría que no le impidió seguir pensando en ella. Era paciente, claro, estratega, pero había instantes en que el ataque directo funcionaba bien y no tenía duda de que ella se sentía atraída por él, mucho.
<<Diablos, Kaleb, ¿cuándo te volviste tan precavido? Audacia y astucia. Llámala, da un paso más. No la dejes pensar y acobardar para que retroceda.>>.
Decidido, tomó su teléfono y la llamó. Ella lo atendió luego de varios toques. Su voz, de habitual dulce y medida, le pareció agitada y ronca.
-Hola, Kelly. Kaleb aquí.
-Ah, hola... Mmm... ¿Todo... todo bien?
Supo sin dudar que estaba ruborizada; había aprendido a distinguir sus tonos y la voz entrecortada y casi... ¿culpable?, le hizo sospechar que la había interrumpido en alguna actividad que le causaba vergüenza.
-Kelly, te noto un poco agitada.
-No, no...-atajó ella con más énfasis del necesario.
-¿Qué actividad te tiene tan agitada?-le preguntó sin más.
-Yo... no estoy así. No me pasa nada, lo usual...-las palabras se atropellaron y luego un carraspeo las siguió.
<<Seguramente ella no...>>, pensó, pero luego sonrió, recostándose en su cama y dispuesto a inquirir hasta el fondo para corroborar sus sospechas. Sus perversas sospechas.
-¿Qué estabas haciendo, bonita? Dime la verdad. Esta hora de la noche no es para grandes gastos de energía, y tu respiración parece mostrarte así. Dime-usó su tono de dominante, buscando arrinconarla.
-Nada-porfió ella, elevando el tono, pero aún a la defensiva y sin pensar que no tenía por qué responder ante él.
<<Hermosa, dulce sumisa, pero mentirosa. ¡Cómo voy a disfrutarte!>>, pensó.
-Quiero que me digas qué estabas haciendo.
-¡Tú no eres mi dueño ni respondo ante ti!
-Estás a la defensiva y eso me dice que estabas siendo traviesa, muy traviesa, gatita. ¿Te estabas masturbando?
El jadeo y la respiración agitada que no fue seguida de una negación le dijeron todo lo que necesitaba saber. Sonrió como el gato que tiene ante sí un manjar. Ella había tratado desesperadamente de mentirle para evitar el mal momento. Era un bastardo por ponerla contra las cuerdas, pero este era el momento que podía usar a su favor, y también al de ella. Porque esa mujer deseada, quería sexo, pero jamás se atrevería a lanzarse por su propia cuenta.
-No es nada extraño ni reprochable o secreto, como pareces pensar. Por mi parte, hace menos de media hora tuve mi virilidad entre mis manos, me excité y me corrí con tu imagen en mi cabeza. -Hizo una pausa tratando de percibir si estaba yendo demasiado lejos, pero solo escuchó un leve sonido que le indicó que ella no se horrorizaba por su charla sucia-. Odiaría pensar que tu orgasmo surge de la fantasía con alguien que no soy yo.
El silencio lo impacientó, pero se contuvo. Ella, a pesar de su edad y su expresa confesión de haber tenido un esposo, parecía inocente.
-Yo.... Kaleb, por favor, no...-casi rogó, desarmada, incapaz de mentirle más, sabedora de que él había desnudado su intimidad.
-¿Usaste tu vibrador y te corriste gritando mi nombre? Hazme feliz, gatita, dime que sí.
-No voy a ... ¿Cómo me preguntas...?
-Lo haces. Mmm, no sabes cómo me pone eso, gatita. Saber que tu apretado centro me desea, me excita tanto que podría correrme solo de pensarlo.
Era real que su masculinidad era un mástil; si la tocaba o la rozaba, explotaba.
-No es justo, tú no puedes decirme todo eso-gimió ella, probablemente su cara roja, ardiendo de vergüenza.
-Ohhh, gatita, sí que puedo. Y no hables de justicia. ¿Crees que está bien obligarme a masturbarme? ¿O utilizar un juguete de silicona cuando puedes tener el mío real a tu disposición?
Sintió que ella tomaba aire y respiraba hondo, tratando de ganar control. Lo evitó, volviendo a su tono:
-Mañana voy a pasar a buscarte y vamos a resolver esto que nos pasa.
-Tú me confundes, me haces parecer qué... Yo no soy...
-Yo no te confundo, te hago expresar lo que en verdad quieres. Tú me deseas, lo sé. Y eso está muy bien, porque me pasa lo mismo. Somos dos personas con intereses comunes, es así.
-No quiero... No puedo involucrarme en nada que no pueda manejar -dijo ella, bajito, cediendo sin guerra ante la avasalladora embestida que le había hecho.
-Descuida, gatita-bajó la voz para que sonara invitante, un ronroneo-. Vas a estar segura conmigo. Mañana. Te deseo dulces sueños. Yo voy a hacerlo contigo. Y Kelly... No quiero que vuelvas a usar el consolador. Te quiero con mucha hambre para mí.