Capítulo 2

El Desafío De Hastings

El despacho de Callum Whitaker, CEO de Whitaker Holdings, ocupaba el último piso de la torre más alta de Manhattan, una estructura de acero negro y cristal que se alzaba como una lanza entre los rascacielos. El edificio entero era la sede de Whitaker Holdings, un conglomerado que controlaba más del 60% de los grandes almacenes del país y desde allí se manejaban más de ochenta marcas, cadenas de tiendas y activos inmobiliarios.

El despacho no era solo una oficina; era una declaración.

Paredes recubiertas de mármol blanco veteado con oro, un suelo de madera oscura pulida a mano, cortinas de lino plateado que se abrían por comando de voz. Frente a su escritorio de ónix se alzaban ventanales que daban al río Hudson y más allá, a los límites invisibles del país que ayudaba a controlar.

Callum se encontraba de pie, con el saco apoyado sobre el respaldo de la silla y las mangas de su camisa blanca remangadas. De cabello castaño oscuro, corto y bien cuidado, usualmente peinado hacia atrás con un ligero desorden natural que contradice su apariencia formal. Ojos de color verde esmeralda con vetas doradas, muy expresivos a pesar de su esfuerzo por mantenerlos fríos. Su piel de bronceado claro, tono uniforme y saludable, con algunas marcas casi invisibles de actividad física (entrenamiento, deportes, defensa personal). Con su altura de 1.88 metros, atlético, de hombros anchos y torso marcado era el objetivo de muchas mujeres. Se mantenía en excelente forma como reflejo de disciplina, no vanidad manteniendo un estilo impecable. Viste trajes a medida, tonos oscuros o neutros. Transmite control y estatus sin ostentación vulgar. Su presencia se imponía incluso en silencio.

El joven observaba los informes flotantes que giraban frente a él, con los gráficos del último trimestre: crecimiento sostenido, absorción de una cadena de tecnología de consumo y un nuevo informe de compatibilidad genética que aún no había abierto. No le interesaba. Muchas mujeres corrían la prueba por curiosidad para ver si podían atraparlo por sus genes. Ninguno de los resultados llegaba al 20%. Lo más probable era que este no fuese diferente.

La puerta se abrió suavemente con un pitido discreto.

Eliot Ashford, su asistente personal, se aproximó con el paso elegante de un diplomático y un datapad en la mano.

- Señor Whitaker, ha llegado su cita de las 11:00.

Callum alzó una ceja. Su mirada era intensa, cargada de juicio y observación, como si pudiera leer intenciones con solo un parpadeo.

- ¿Qué cita?

Eliot, siempre impecable con su traje gris y corbata azul, inclinó levemente la cabeza. Su cabello negro, corto, rizado y ligeramente rebelde. A veces despeinado de forma involuntaria, lo que contrasta con su estilo ordenado de vestir. Ojos marrón oscuro, cálidos y siempre atentos tenían una expresión franca, difícil de disimular; su mirada solía revelar sus pensamientos antes que sus palabras.

Callum lo observó en silencio, su asistente desde hace más de una década, ahora de 34 años lo esperaba, ni su mirada dura amilanaba estatura de 1.82 metros. Era delgado pero en forma. Vestía con un estilo sobrio y moderno, casi siempre con camisas oscuras y relojes minimalistas. Discreto, elegante, nunca llamativo. Le gusta pasar desapercibido… pero nunca es invisible.

- La señorita Hastings solicitó una reunión personal. Confirmó la cita directamente con el sistema de seguridad y accedió con autorización ejecutiva.

Callum entrecerró los ojos.

- ¿Aurora Hastings?

- La misma. Está en la antesala.

Un silencio cargado cayó entre ellos.

Callum retrocedió un paso, con una sonrisa ladeada.

- Ahora eso sí es una sorpresa interesante.

Eliot lo miró con cierta cautela.

- ¿Desea que la rechace?

Callum negó despacio.

- No. Recíbela. Si viene hasta aquí, debe ser importante. O desesperada.

El Encuentro

Aurora entró minutos después, vestida como una maldita portada de revista: pantalón blanco de talle alto, blusa esmeralda que contrastaba con su cabello oscuro atado en una coleta baja, y labios pintados con precisión quirúrgica. Como siempre, su sola presencia irradiaba arrogancia heredada.

M****a, se veía aún más hermosa de lo que la recordaba. Su cabello rubio platino, largo hasta la mitad de la espalda, que usualmente lo llevaba suelto o en coletas bajas elegantes con una textura ligeramente ondulada, con mechones que enmarcan su rostro. Sus ojos azul grisáceo, con una intensidad fría que solía desconcertarlo; su mirada era aguda, pero en momentos de vulnerabilidad, se tornaban húmedos y transparentes como cristal roto. Su piel pálida, con un tono marfil muy fino la hacía parecer casi etérea bajo ciertas luces. Las emociones (y las heridas) se notaban fácilmente en su piel. Con una estatura de 1.68 metros le llegaba a la barbilla sin tacones. Era delgada pero firme, con una elegancia natural más cercana a la precisión de una bailarina que a la fragilidad. Aún recordaba una cicatriz leve en la muñeca derecha, recuerdo de una caída de la infancia. Sus manos eran pequeñas, pero hábiles, ideales para su trabajo en diseño de piezas finas.

Era perfecta. Insoportable. Innegable.

Callum se apoyó en el escritorio, sin ofrecerle asiento, no hizo ningún gesto de saludo.

- Vaya. Y yo que pensaba que el infierno no tenía ascensor. Qué sorpresa tan poco placentera.

Ella giró apenas el rostro y le ofreció una sonrisa medida.

- No vine por tus frases, Whitaker.

- Una lástima. Tengo un repertorio extenso.

- Vine a hablar como adultos.

- Entonces esto será breve.

Las palabras se suspendieron por un momento, como cuchillos flotando sobre una cuerda.

Callum la miró con los ojos entrecerrados. Había tensión en su mandíbula.

- ¿Por qué estás aquí? - dijo, con tono mordaz - ¿Te perdiste o viniste a rogar por espacio en mis tiendas?

- Ni lo uno ni lo otro. Vine a hacer negocios. - respondió Aurora con frialdad, sin pestañear.

- ¿Conmigo?

- No. Con tus genes.

El silencio se cortó como vidrio quebrado.

Callum ladeó la cabeza y una risa ronca brotó de su garganta.

- Por favor, dime que esto no tiene nada que ver con los resultados del Comité de Compatibilidad. ¿Tú eres la contraparte? ¿Estás bromeando?

Aurora no vaciló.

- Recibí mis resultados. Ya sabes cuáles.

Él entrecerró los ojos. Un destello de incomodidad cruzó su rostro.

- No he abierto los míos.

- Deberías. Dicen que el destino tiene sentido del humor.

- O mal gusto. - replicó él, cruzando una pierna con elegante desprecio - Déjame adivinar… ¿Quieres una contribución genética, sin vínculo emocional, sin contacto físico y sin escándalo?

- Exacto.

Callum soltó una risa seca. Como una bofetada.

- ¿Y qué me ofreces a cambio, Hastings? ¿Un llavero con la firma de tu padre? ¿Un hueco en alguna vitrina de segunda?

- No necesito convencerte. Solo vine a hacerte una oferta directa. Tú decides si el orgullo vale más que la lógica.

La miró durante varios segundos. Había algo más en su tono. No solo orgullo. Había urgencia. Presión.

- Tu oferta no me interesa. No tiene que ver conmigo.

- Tiene todo que ver. - respondió, acercándose un paso - Estoy dispuesta a llegar a un acuerdo… discreto. Rápido. Sin complicaciones.

Él la miró fijamente, sin perder la sonrisa.

- ¿Estás sugiriendo lo que creo que estás sugiriendo?

- Sí. No quiero una relación. Solo necesito tu contribución. En el laboratorio, claro. Sin contacto.

Callum la rodeó con la mirada, como si analizara una joya falsificada.

- ¿Y qué gano yo con eso?

- Paz. Privacidad. El orgullo de perpetuar tu valioso linaje sin tener que criar nada.

Callum caminó lentamente hacia ella, sus pasos suaves sobre la madera pulida.

- ¿Te parece que mi legado se resume a una muestra de esperma?

Aurora se cruzó de brazos.

- Me parece que todo en ti se resume al control. Y no te estoy pidiendo que te cases conmigo, solo que participes como donante. Como socio genético. No emocional.

Callum se detuvo frente a ella. Había un brillo peligroso en sus ojos.

- ¿Sabes? Aún recuerdo lo que hiciste en la universidad.

Ella no respondió. Él sonrió con amargura.

- No te acuerdas, ¿verdad?

Aurora apretó los labios. Si lo recordaba.

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