Aurora se sentó en la silla del presidente de Hastings Jewels con la misma determinación con la que había asumido cada desafío que la vida le presentó. El cuero del respaldo era firme, casi solemne, y el peso del cargo caía sobre sus hombros como una responsabilidad natural, no impuesta. A su alrededor, el consejo esperaba sus palabras con respeto, consciente de que la mujer frente a ellos no era solo una empresaria, sino alguien que había transformado la adversidad en impulso.
La colección Latidos había sido un éxito rotundo. Cada pieza hablaba de amor, compromiso y resiliencia y la prensa no había tardado en señalarla como “una propuesta que unía el arte de la joyería con la fuerza de las emociones humanas”. Los clientes la recibieron con entusiasmo: las piezas se convirtieron en promesas visibles, los colgantes en secretos compartidos y las pulseras en símbolos de vínculos que desafiaban al tiempo. Aurora sabía que no era solo una colección de joyas, sino una forma de contar histor