CAPÍTULO 2. DESPECHADOS

Después de haber llorado durante toda la noche, Madison salió de la cama al escuchar que su móvil timbraba.

—Buenos días ¿Quién habla? —preguntó con temor.

—Muy buenos días, señorita —la amable voz de un joven se escuchó.

— ¿Qué se le ofrece? —cuestionó con extrañeza.

—Hablamos de la agencia de viajes, estamos intentando localizar al señor James Moore, pero no hemos podido hacerlo, por eso le llamamos a usted.

— ¿Para qué? —cuestionó dubitativa.

—Para recordarles que su vuelo sale esta tarde, enviaremos nuestro servicio de transporte a donde nos indique, para trasladarlos al aeropuerto, tal como solicitó el señor Moore. ¿A qué domicilio enviamos el vehículo?

Madison estaba a punto de interrumpir a aquel hombre, pero no se atrevió.

—Les aseguraremos que se la pasarán increíble, el crucero les ofrece una estancia inolvidable, ya lo podrá comprobar, en nuestro majestuoso hotel flotante —argumentó con orgullo—. Nadie podría querer perderse de un fin de semana para disfrutar del mar. Un viaje como este es inolvidable, por los servicios que ofrecemos en nuestro reconocido barco. 

—A las 2:00 de la tarde, está bien —Madison respondió.

—Perfecto, solo le pido me indique su domicilio y ahí la estará esperando el servicio. No vaya a olvidar los boletos del vuelo y los del crucero —el hombre recalcó con amabilidad y cortó la llamada.

—Nunca en mi vida he salido, más que a las visitas de los museos en el colegio —ella dijo—, creo que este viaje me ayudará a despejar la mente y regresar renovada. —Ladeó los labios y se dirigió a su pequeño bolso—, es una fortuna que me dieras a guardar los boletos —expresó dibujando una escueta sonrisa en su rostro, luego abrió su cajonera y resopló—, mi escaso guardarropas, no será un impedimento para buscar olvidarte James Moore.

****

Miami, Florida.

Al día siguiente.

Alexander Walton arrugó la hoja que recién acababa de leer, la vena de la frente se le marcó y sus puños prácticamente deshicieron el papel con la fuerza que aplicó.

—Ni con todo el dinero que me acabas de sacar, vas a acabar conmigo, Olivia —resopló intentando controlar la furia que hervía por su torrente sanguíneo.

— ¿Puedo pasar? —la voz de Luke, su mejor amigo, se escuchó.

—Claro —respondió Alexander.

—¿Todo en orden? —cuestionó, al ver su rostro desencajado.

—Olvia prácticamente me acaba de desplumar —bufó, al ponerse de pie, se tambaleó sintiendo un gran mareo.

Con gran rapidez, Luke lo sujetó y lo ayudó a que tomara asiento. — ¿Te sientes mal? —preguntó.

—Estoy furioso —gruñó—, después de que se comprobó que esos niños no son míos, resulta que tuve que pagarle una millonada para que no hiciera ningún escándalo.

—Es el costo, por ser el dueño de casi todo el mundo —bromeó Luke y le entregó una botella de agua—. Te ves muy pálido.

—No  me agradan los cruceros —refutó—, estoy aquí porque tú insististe en venir a distraernos, para pasar el trago amargo de lo ocurrido con…

—Basta de mencionarla, pasado tirado, pasado pisado, por lo tanto: Pasado olvidado —manifestó su amigo—. Retomando lo de este distinguido viaje, vengo a decirte que te prepares y te pongas tus mejores ropas, que esta noche tendremos la mejor fiesta de todo el mundo —festejó con sus manos.

Alexander rodó los ojos.

—Me hará bien intentar olvidarme de todo —resopló.

—Te hará bien, encontrarte una buena aventurilla con quien desfogarte y pasar la noche, seguro mañana amaneces rejuvenecido. —Carcajeó.

—Te veo en un par de horas, este anciano, tiene que descansar un poco, para que se le pase el mareo —refirió divertido Alexander.

—Mientras no estés embarazado, todo está bien —Luke se burló y se retiró.

Alexander presionó con fuerza sus labios.

—Debiste ser payaso, en lugar de mi mano derecha en la empresa —murmuró y se recostó. — ¿Por qué te burlaste de mí, Olivia?, te amaba tanto. —Cerró sus párpados y no dijo más.

***

Los rizos de la larga cabellera de Madison comenzaron a revolotear, cuando caminaba por la perfecta madera, de la cubierta del crucero. No pudo evitar sonreír al acercarse para ver el mar, mientras el barco se movía, alejándose del puerto donde habían subido.

—No puedo creer que me haya subido por primera vez a un avión y ahora me encuentre en este lugar —pronunció llena de emoción—, Emma tenía razón, necesitaba alejarme y abrirme a nuevos horizontes. 

—Ya le dije que no encuentro mi boleto por ningún lado —gritó una chica, llamando la atención.

Desde donde se encontraba Madison admiró el hermoso vestido con delicado estampado de flores, de hombros descubiertos que le llegaba hasta los tobillos.

—Parece una modelo. —Lo comparó hacia el sencillo vestido que su amiga le había prestado, entonces volvió a poner atención.

—La vamos a bajar.

—Yo tengo su boleto, señorita —intervinó Madison.

Aquella chica abrió los ojos de par en par, sin comprender ¿Por qué la estaba ayudando? 

El hombre lo tomó y se alejó del lugar.

—¿Por qué hiciste eso? —cuestionó la chica.

—Traía un boleto de más, solo quise evitarte algún problema. —Sonrió.

—Gracias —refirió—. Era un polizonte —murmuró bajito—. Por cierto soy Hanna.

—Y yo Madison.

—Un amigo me retó a ingresar como turista sin boleto con todo y equipaje. Pensé que estando aquí podría adquirirlo, pero me equivoqué.

—Si no te importa compartir, puedes quedarte en el camarote conmigo —propuso.

—Por supuesto. —Aquella joven extendió sus brazos y la estrechó con fuerza—, te prometo que no te vas a arrepentir, seré por siempre tu amiga, más fiel que un perro.

Madison ladeó los labios al escucharla.

Al llegar al camarote, la joven acomodó la ropa que llevaba, frunció el ceño al ver las pocas pertenencias de su nueva amiga.

— ¿Ya sabes que te vas a poner para la fiesta de esta noche? —preguntó.

—Ese vestido —señaló hacia el gancho donde estaba colgado.

—Estás de suerte, nunca cargo con un solo outfit. Estoy segura que con éste, serás la reina de la noche —auguró.

La mirada de Madison se iluminó al verlo.

— ¿Me lo prestarías? —cuestionó sorprendida.

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