El zumbido de los servidores era la única música en el búnker. Había silencio entre Liam y Elías, un silencio que no era tenso, sino una paz que se había ganado. El plan estaba en marcha. La cacería había comenzado.
Liam se recostó en su silla, observando a Elías. El chico, con las manos todavía en el teclado, parecía exhausto, pero la satisfacción de un trabajo bien hecho brillaba en sus ojos. Liam sintió un nuevo tipo de respeto por él. Este no era el pandillero insolente ni el chico de buena familia. Este era un genio, un estratega nato, alguien que había logrado lo que los mejores expertos de Liam no habían podido.
Elías se giró para mirar a Liam. Había un momento de incertidumbre, una vulnerabilidad que Liam no había visto antes. Se levantó de su silla y se sirvió un vaso de agua. Le ofreció uno a Liam, que lo aceptó en silencio.
"¿Por qué lo hiciste?", preguntó Liam, rompiendo la calma. No se refería al plan, sino a por qué Elías había ayudado, a pesar de su primer encuentro.
El