07.
JUDE
Todo se ha convertido en un puto caos. Y no lo digo como una exageración nacida de la ira, lo digo porque lo siento en cada maldito rincón de mi pecho. El aire mismo de la mansión está cargado, sofocante, como si las paredes hubiesen absorbido cada grito, cada lágrima, cada palabra no dicha. El eco de las voces en la entrada se mezcla con el crujir de las maletas arrastrándose sobre el mármol, con el golpeteo nervioso de unos pasos que no quieren marcharse pero que no tienen opción.
Mi abuelo, el patriarca, el hombre que siempre consideré roca firme e incuestionable, está ahí de pie. Su bastón golpea el suelo con un ritmo que hiere mis oídos, como un tambor de guerra que marca el compás de esta expulsión vergonzosa. Siempre fue la voz de la disciplina, el guardián de las tradiciones familiares, el que me enseñó que llevar el apellido Harrigan no era un privilegio, sino un juramento. Pero hoy, al verlo con la frente erguida, inamovible, siento que esa misma sangre que nos une es u