05.

JUDE

Mi abuelo no me cree nada de lo que he dicho. Lo sé porque, aunque no lo dijo, las miradas que me da de vez en cuando dejan en claro que está esperando los resultados para saltarme a la yugular, pero me mantengo tranquilo.

Sé que ese bebé no es mío. Que no hay manera alguna salvo que se embarazara telepáticamente porque no he vuelto a verla desde el momento en que dejó la mansión hace ya varios meses.

El ambiente todavía se mantiene tenso, mucho más por los gritos incesantes de esa mujer que llenan todo el maldito piso principal de la sala, dejando al resto de los presentes en completo silencio.

Su hermana, mi futura esposa, se ha mantenido con la cabeza gacha desde el momento en que salí del despacho y no es para menos. Todo comenzó porque me envió a buscarla.

Sé que no quiere de ninguna manera que su hermana regrese a nuestras vidas, pero no hay forma de evitarlo. Mucho menos ahora que pregonea a diesta y siniestra que ese bebé que espera, es mío.

Tanto así que incluso su padre se está mordiendo las uñas de las manos por los nervios. Sé bien que él adoraría que esa fuera la situación, así seguiría siendo parte de la familia que es lo que siempre quiso.

No le importó ni siquiera entregarme a sus dos hijas con tal de mantener a mi abuelo feliz.

Ahora, si ese bebé resulta no es mío, que es lo obvio, entonces estará en un buen problema porque su apellido se verá manchado por las mentiras de su primogénita, una promiscua mujer que incluso casada estuvo con alguien más

Mi cabeza da vueltas y vueltas intentando buscarle una buena razón por la que fue capaz de crear semejante mentira, y con sus gritos que se escuchan a cada rato me hace muy difícil todo esto por lo que me pongo de pie caminando hacia la cocina en busca de un analgésico.

El personal de cocina brilla por su ausencia, como siempre cada que hay problemas pues se prioriza que todo quede en el círculo familiar, por lo que volteo de inmediato cuando escucho pasos detrás de mí.

Isabella, con los ojos enrojecidos al igual que sus mejillas, me mira con cierto detenimiento, manteniendo su distancia.

—¿Quieres agua?—pregunto, a lo que niega—. Entonces haz la pregunta que quieras.

Nos conocemos. Sé que cuando algo le molesta baja la mirada y guarda silencio, algo que de seguro aprendió gracias a su padre. A veces me cuesta sacarle las palabras, pero ahora está tan molesta que me mira a los ojos cuando lanza su pregunta.

—¿Por qué sería capaz de mentir sobre algo tan grande?—dice, claramente algo sentimental—. ¿Es que ya olvidó lo que mi padre sería capaz de hacerle si mancha el nombre de la familia?

Suelto un suspiro, entregándole un analgésico también.

—Bueno, supongo que mucha libertad no hace nada bien.

Ella sacude la cabeza, acariciando sus manos con lentitud.

—Yo... no puedo creer que sea capaz de mentir algo semejante. ¿Qué piensa probar? Si es obvio que ese bebé no lleva tu sangre.

—Yo lo sé. No la he visto en mucho tiempo, de hecho, ni siquiera tengo su número de teléfono. No nos hemos contactado. No hay forma en que ese bebé sea mío.

Negado, cegado con mi propia verdad, mi mente me recuerda que hay una forma en la que ella pudo embarazarse, sin embargo la descarto de inmediato porque para eso se necesita mi autorización. ¿Cierto?

Isabella aparece en mi campo de visión regresándome a la realidad, logrando que la vea.

—¿Te sientes bien?

—Si, yo... no pasa nada.

—Es que... justo hablábamos de las posibilidades que ese bebé no sea tuyo, pero te quedaste pensativo—comenta curiosa—. No hay forma, ¿cierto? Digo, de que ese bebé...

Sacudo la cabeza, aunque no estoy para nada convencido y ella lo nota porque de inmediato se sorprende.

—Por favor no me digas que la buscaste.

—No, pero... sí hay una forma.

Ella retrocede, casi riendo, negada a esta nueva realidad.

—¿De qué estás hablando? ¡Jude!

Mi cuerpo reacciona antes que mi mente. Sé que debo de mantener la calma, pero me resulta tan increíble todo que acabo corriendo hacia la sala, luego hacia la habitación donde ella está, la cual está resguardada por dos guardias de la casa que me prohíben el paso.

—Déjenme entrar.

—Señor, tenemos órdenes de no permitir que nadie la vea hasta que el señor lo ordene.

Lo aniquilo con la mirada.

—Carl, tienes dos putos segundos para dejarme entrar antes de...

—¿Antes de qué?—dice mi abuelo, detrás de mí—. Dije que nadie entraría a verla y eso te incluye. ¿Qué tanto quieres hacer ahí?

Inhalo profundo, volteando a verlo a la cara.

—Por favor, abuelo. Tengo que hablar con ella.

—¡Dije que nadie va a entrar!

—Si quieres que te diga la verdad ahora, antes de los putos resultados, permite que me dejen entrar.

Frunce el ceño, al igual que mi suegro quien se acerca confundido.

—Dijiste que no tenías nada que ver con mi hijita. ¿Qué pasa ahora, hijo? ¿Qué cambió?

—Se los diré, todo si quieres, después de hablar con ella.

Me pongo firme porque sé que no hay otra forma en que me permitan hablar con esa mujer y lo necesito, más que nada porque quiero oír de su boca un por qué.

Ambos acordamos una cosa, separarnos. Por nuestro bien, por el de la familia. No nos hacíamos ningún bien, necesitábamos nuestros espacios y coincidir con personas que fueran lo que buscábamos, pero esto... ella rompió el arreglo que hicimos.

—Abuelo, por favor.

Se niega, todavía está negado a eso por lo que no tengo otra alternativa más que golpear al guardia más grande, desatando un caos. Uno que me permite entrar en la habitación lo más rápido posible, colocando el seguro desde adentro.

—¡Abre ya la maldita puerta, Jude! ¡Te lo ordeno, abre ya!—grita mi abuelo, mientras yo respiro profundo.

Creo que por la adrenalina no había notado que aquí dentro no hay ninguna luz encendida lo que me lleva a buscar el interruptor. Cuando la habitación está iluminada, el desastre que rodea a la mujer tendida en el suelo en posición fetal, es lo que más me altera porque sé que tiene ansiedad en los espacios cerrados.

Megan es claustofóbica.

Su respiración agitada es lo que más se siente en el aire. La forma en la que intenta mantenerse serena me da un no sé qué en el centro del pecho porque siempre detesté verla mal.

Por un segundo tengo la jodida tentación de levantarla y sacarla de aquí, sin embargo todo lo que pasamos me detiene justo frnete a ella.

Ignorando el ruido de afuera, los gritos e incluso el temor que veo en sus ojos a través del dolor y las gotas de sudor que recorren su frente, solo quiero la verdad.

—Trae los papeles—me pide entonces con mucha lentitud—. Firmaré lo que quieran, solo sácame de aquí, por favor.

Sacudo la cabeza.

—Antes vamos a hablar.

—No puedo respirar.

Señalo la ventana.

—La abriré para que tengas un poco de aire, pero no podrás salir de aquí sin antes decir la verdad sobre lo que hiciste. ¿De acuerdo?

Su ansiedad es tan grande que asiente, rogando con la mirada que le de un poco de aire. Y no soy tan hijo de puta como parezco. No me gusta verla así, jamás me gustó, y en su situación podría ser fatal por lo que abro la ventana, observando de frente al guardia que también está para asegurarse de que no vaya a querer salir.

En silencio la pongo de pie. Tocarla después de tanto tiempo me parece tan irreal, tan...

—Siéntate ahí y respira. Dime por qué carajos hiciste esto, Megan.

Tengo que soltarla cuanto antes porque de otra forma comienzo a pensar idioteces por lo que me alejo, observándola.

Durante algunos minutos silenciosos ella se queda inhalando profundo, calmándose, limpiando el sudor de su cuerpo con lentitud mientras yo no dejo de mirar su vientre, preguntándome si en verdad lo que dice es cierto.

—Habla, Megan—insisto, ganándome una mirada de su parte.

—¿Qué quieres que diga?

—La verdad.

—Ya hice eso y me encerraron aquí. ¿Cómo pudiste hacerme eso? ¿Cómo dejaste que me hicieran esto?

Ruedo los ojos, sacudiendo la cabeza.

—Después de todo lo que causaste me sorprende que todavía pretendas que te defienda. ¿Perdiste la razón? Porque en serio que no encuentro otra alternativa a toda esta locura.

Es su turno de rodar la mirada, enfocándome en mí.

—¿Qué? Perdí la cabeza.

Alzo ambas cejas.

—¿Esa es tu respuesta a esto?—apunto a su vientre—, ¿Perdiste la cabeza?

Algo cansada, termina asintiendo, lo que me sorprende.

—De hecho... creo que sí.

—Enloqueciste.

Clava su mirada en mí.

—Sí. Supongo que no me hizo gracia que te cogieras a mi hermana también.

Aprieto la mandíbula, respirando profundo.

—No me acosté con ella. Sabes cómo funciona.

Megan se ríe sin gracia alguna, sin creerme ni una sola palabra.

—¿Por qué con ella?

—No tengo opción. Me conoces. Conoces a mi familia.

—Pudiste negarte.

—¿Dónde me habría llevado eso? Si con el simple hecho de que decidieras alejarte de mí ya me arruinó. ¿Quién más casaría a su hija conmigo? Por favor.

Puedo sentir el enfado surgiendo en mí y es que el que Megan decidiera alejarse de mí sí manchó mi reputación. ¿Cómo una mujer tan noble y buena como ella escaparía de mí? Algo mal tenía que haber conmigo. Todas las madres lo dijeron. Nadie iba a quererme de yerno.

Me arruinó con su huída y ahora que consigo una salida, me arruina con su repentina llegada.

—Megan, ¿por qué se te cruzó esto por la cabeza?

Se encoge de hombros.

—No quiero que te cases con ella. De hecho, no quiero que te cases con nadie.

Ruedo los ojos.

—¿Vas a decirme que todavía me amas?

—Ya quisieras—comenta con amargura, limpiando su rostro segundos después—. Yo... simplemente no quiero que consigas lo que quieres. No tengo más razones.

Frunzo el ceño, observándola.

—¿No quieres que sea feliz?

Megan se acerca un poco, sin despegar su mirada de la mía.

—No quiero que ninguno de tu familia consiga lo que quiere. ¿Eso me convierte en mala persona?

—¿Y por eso te embarazaste?

Suelta un suspiro.

—Al principio lo hice para vengarme de ti. Y juro que iba a usar al bebé en tu contra—menciona con una sonrisa—, pero las cosas cambiaron.

—¿Cuánto quieres por él?

—No quiero dinero. Ya tiene toda la herencia de la familia al ser el primero. ¿No querías eso? ¿No querías que un hijo tuyo fuera el primero en nacer para heredar?

—No así—digo, con los dientes apretados—. ¿Cómo se supone que voy a amar a un bebé que vino a este mundo solo porque tú quisiste traerlo?

Se encoge de hombros.

—No necesitará tu amor. Conmigo tendrá suficiente.

Me río en su cara, sacudiendo la cabeza.

—No lo amas. Lo concebiste solo para vengarte de mí.

Entonces me da una sonrisa triste.

—No me conoces para nada. Te dije la verdad, lo iba a usar en tu contra, pero ya no más. Él no tiene nada que ver, ¿no crees que te habría buscado de ser ese el caso? Tengo casi cinco meses de embarazo y no te he pedido dinero para absolutamente nada. Fuiste tú quien me buscó, y ahora será tu familia la que te obligue a permanecer casado conmigo por el bebé. Supongo que sí gané, pero no era este el plan.

Verla tan cambiada, tan llena de rabia, tan molesta me hace preguntarme qué m****a pasó por su cabeza para hacer lo que hizo.

Puede que lo que diga sea cierto, pero ¿cómo podría amar a un bebé que vino solo porque su madre así lo quiso? ¿Un bebé que nació para crear disturbios y hacer que permanezcamos casados por insistencia de su madre? No tiene lógica, mucho menos va a tener algo de amor en sus acciones.

Estoy tan frustrado que no sé qué responder, justo cuando la puerta es forzada para abrirse, dejando ver a mi abuelo entrar seguido de un guardia.

—Tenemos los resultados—dice con voz monótona, aniquilando a Megan con la mirada.

M****a. Si tan solo supiera que a partir de ahora, todos en esta puta casa vamos a besar el piso por el que camina.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP