06.

MEGAN

La sonrisa en mis labios es tan grande cuando se leen los resultados, que nadie a mi alrededor puede dejar verme. Su gran mayoría con mala cara, pero eso poco me importa.

Quise dejar las cosas por la paz. Realmente quise alejarme de esta familia y de toda la m****a que implica permanecer alrededor de estas personas, pero es que son imposibles.

Me trajeron para burlarse, para regodearse de convertirme en madre soltera. En sus mirdas cuando llegué vi la acusación, la maldita m****a que piensan de mí y de mi bebé. Lo vi todo y lo escuché todo.

De la boca de mi padre salió el llamarme zorra. Mi propia hermana me miró con desprecio al igual que el resto de la familia.

Una familia que ahora no puede ni siquiera respirar con normalidad porque saben que las cosas van a cambiar. Incluso el núcleo de la familia, quien se sostiene de su bastón como si su vida dependiera de ello.

Y a mi lado está el futuro padre, quien no hace más que respirar profundo varias veces mientras en el aire se siente la tensión.

—Bueno—digo, rompiendo el silencio, acariciando mi vientre con una sonrisa—. Yo muero de hambre. Cargar un bebé no es nada sencillo. Si me disculpan.

Con la frente en alto, resonando mis tacones en el marmol que brilla de lo reluciente que está, me abro paso entre las personas que atiborran la habitación saliendo a la sala.

Puedo sentir sus ojos siguiendo mis pasos. No solo de la familia sino también del personal. De la mujer que está enamorada de mi esposo y solo se dedica a servir la mesa en esta casa.

Incluso siento que hasta los cuadros me siguen con la mirada, pero no me detengo. Sí tengo un gran nudo en el estómago. Sí tengo miedo, sí siento pánico, pero la Megan que les demostraba todo lo que estaba sintiendo en ese momento se acabó.

No pienso permitir que me vean derrotada, mucho menos que sientan que pueden hacer conmigo lo que quieran porque no les va a funcionar. Se terminó.

Me juré a mí misma ser otra persona. Una que no pudieran llevar por delante y es por eso que me animo a caminar hasta la mesa, tomando la otra cabecera. Un simple puesto en cualquier otra casa, excepto en esta.

El hombre que lleva este hogar mantuvo este lugar desocupado desde que su esposa falleció. Toda mujer dentro de esta familia ha añorado este puesto desde ese momento, incluso mi padre en su tonto delirio de tener el mismo poder que el señor Halis.

Nadie se ha atrevido nunca a tomarlo por la fuerza por respeto. Hasta este momento.

Es tal el impacto que tiene mi accionar, que de inmediato tengo frente a mi a la tía de Jude, hirviendo de rabia.

—¡Insolente vulgar!—dice toda exaltada—. ¿Cómo te atreves a poner tu sucio trasero en el lugar de mi señora?

—Megan—me llama mi padre, también molesto—. Ponte de pie.

—¡Ahora!

Suelto un suspiro, alargando la mano para tomar un trozo de pan. Mismo que me es arrebatado de mis dedos por mi padre quien lo lanza al suelo para luego tomarme del brazo con rabia, intentando quitarme.

—¡Ponte de pie ahora! ¡Obedéceme!

Mantengo la calma.

—Bueno, pensé que ya que no hay un puesto para mí en esta mesa porque se lo dieron a mi hermana, podía usar el lugar disponible.

Su aliento a café y el odio en su tono de voz son cosas que difícilmente podré alguna vez olvidar. Siempre que se me ha acercado fue para golpearme, gritarme, arrastrarme e humillarme. Pero se sorprende al ver que me zafo de su agarre, mirándolo a la cara.

Una simple acción que en mi familia ha estado prohibida desde que tengo memoria.

—No me iré—digo con firmeza, logrando que la vena en su frente resalte—. ¿Qué es lo que vas a hacer?

Respira profundo.

—Mira, no sé qué pócima de confianza te tomaste antes de venir aquí, pero te aseguro que de nada te servirá cuando estemos a solas, así que cuida tus palabras.

Ruedo los ojos, soltando un suspiro antes de volver a tomar asiento.

—Por favor, basta de amenazas. No te quedan bien y mucho menos tienen el mismo efecto.

—Megan—sisea con rabia, y sé que todo se habría puesto peor de no ser porque el gran señor de la casa, comienza a caminar hacia la mesa, desatando el silencio.

La única persona capaz de sacarme de este lugar, clava sus ojos en los míos a medida en que camina a su puesto. Se nota que me detesta porque él mismo me dijo una vez que las miradas suelen decir más que nuestras palabras.

Todos a la expectativa de qué es lo que va a hacer conmigo, nadie se mueve. El único sonido que inunda el cuarto es el sonido de arrastre de la silla en la que se sienta, sin quitarme la mirada de encima.

—Señor—dice su nuera, intentando disuadirlo, pero se calla cuando levanta la mano.

—Siéntense.

Su orden es acatada de inmediato por todas las personas de esta familia quienes me miran con resentimiento y odio por lo que hice y lo entiendo. Estoy jugando todas mis cartas aquí, y por el momento va bien.

Nadie se mueve. Nadie toma nada de la mesa. Nadie me quita la mirada de encima.

—Coman, sírvanse.

Jude es el primero en voltear a ver a su abuelo.

—Abuelo... su comportamiento.

Él lo aniquila con la mirada.

—¿Qué?

—Está en la mesa y nosotros... bueno... yo...

—¿Nadie va a servirse por que esperan que haga algo con esta chica?—pregunta en voz alta, mirando a todos los demás—. ¿Acaso quieren y esperan que la tire a la calle como basura a la mujer que carga en su vientre el futuro de esta familia?

—Papá.

—Cállate. Se ha demostrado que el bebé que espera sí es un Harrigan y todos saben lo que pienso al respecto.

—Mi señor, entiendo que es lo que siempre ha querido, pero se está propasando y...

—Ay, querida—dice, mirando a su nuera—, si tan solo me hubieras dado un nieto sabrías cuáles son las recompensas, pero no lo hiciste. ¿O sí?

Sus palabras la hieren, sin embargo sigue mantiendo la cabeza firme, sin responder absolutamente nada.

—A partir de ahora, Megan regresará a vivir en esta casa—menciona con firmeza a sabiendas de que su palabra es ley—. Jude, cancelaré tu divorcio y...

—Pero abuelo...

—¿Pero? ¿No fuiste tú quien quiso ir detrás suyo cuando se marchó? Ahora que la tienes de regreso pensé que estarías feliz. Al fin te dará un hijo. Deberías ser más agradecido.

Una firme sonrisa se forma en mis labios al ver cómo baja la mirada, aceptando como siempre la palabra de su abuelo que a mí no me gustan, pero al menos me dan la posibilidad de quedarme.

—Tratarán a Megan como una reina. Lo que ella quiera, se lo darán, ¿Está claro? Tanto para ustedes, mi familia, como para el personal. Oscar—pide, llamando a su segundo al mando—, asegúrate que todos en la casa sepan mi decisión.

Él asiente, observando fijo a su señor.

—Claro que sí, como usted quiera.

—Bien. Ahora, cenen, que mucha gente pasa hambre en el mundo como para desperdiciar esta cantidad de comida.

Sin decir ni una sola palabra, él comienza a sevirse su propia comida y yo hago lo mismo. La mirada intensa de estas personas no va a hacerme cambiar de opinión en lo absoluto, mucho menos a quitarme el hambre, aunque sí me quita el hambre el tener a mi padre tan cerca de mí.

—Ya que puedo pedir lo que sea—digo, captando la atención de todos—, me gustaría tomar algunas decisiones.

Su tía me lanza una mirada envenenada.

—El que mi señor te haya permitido quedarte no significa que puedes tomar decisiones.

El abuelo golpea la mesa.

—De hecho, sí puede.

—¿Qué?—pregunta ella, completamente sorprendida—, señor, creo que le está dando demasiadas atribuciones que...

—Llevas siendo la señora de esta casa desde que falleció mi amada esposa, Linda, pero si hubieras hecho bien tu trabajo no habríamos llegado jamás a este punto así que ahora te aguantas. Y por cierto, comenzarás a preparar a Megan para tomar tu lugar, porque es lo que corresponde ahora que se convertirá en la madre de la nueva generación Harrigan.

Si antes me odiaba, después del discurso del abuelo sus sentimientos hacia mí llegaron a un punto todavía más crítico. Y sé que me pongo en la mira de estas personas, pero poco me importa a decir verdad.

Como dije, yo intenté alejarme. Quise dejar de lado mi plan de venganza, todo el resentimiento e incluso todo lo que me hicieron, pero me buscaron. Fueron por mí, me trajeron a esta casa a la fuerza, me demostraron que no son dignos de perdón, mucho menos de piedad.

No son dignos de nada.

—Dinos, Megan, ¿qué quieres?

Inhalo profundo, bebiendo un sorbo de mi jugo de naranja.

—Bueno, en primer lugar ahora que vamos a retomar el matrimonio donde lo dejamos, quiero volver a dormir con mi esposo, pero no en esa habitación.

Jude clava su mirada en mí.

—Megan, yo no quiero.

—Pues lo lamento por ti, pero se hará.

Él rueda los ojos, poniendo una sonrisa.

—Si vas a obligarme, entonces será en el cuarto que tenemos ahora. No en otro.

Hago una mueca de asco.

—No pienso dormir en ese espacio donde de seguro también llevaste a mi hermana. Lo lamento, pero no pasará.

—En esta casa...

—En esta casa se hace lo que yo diga—le corta su abuelo—, y así será. Buscaremos el cuarto más grande que haya en esta casa después del mío para ustedes. Ahora que viene el bebé tendrán que tener más espacio para ese niño. ¿Qué más?

Le doy una sonrisa a mi esposito, quien ahora creo que me odia igual o más que los demás.

—Lo segundo es que quiero a este señor y a su desendencia fuera de esta casa.

Mi padre se altera. Es casi instintivo en él el golpear primero antes de hablar. Veo que levanta la mano para hacerlo frente a todos porque ya lo hizo una vez. Demostró a toda la familia de lo que es capaz de hacer cuando alguien le lleva la contraria, que es capaz de someter a sus hijas a su merced y quiere hacerlo de nuevo golpeándome, pero es Jude quien lo detiene.

—¡Déjame!

—Señor, cálmese.

—¡¿Cómo pretendes que me calme?! ¿Es que acaso no escuchas cómo me está hablando? ¡Pequeña insolente! No te olvides que si estás en este lugar es gracias a mí, a tu padre.

Ruedo los ojos.

—Justo por eso es que no te quiero aquí—digo, mirándolo a los ojos—. Y a ella tampoco.

Jude me mira horrorizado.

—Megan, tu hermana...

—Aceptó casarse con mi esposo porque es lo que siempre quiso, ¿no es así hermanita?—busco su mirada aunque no tiene las agallas para devolvérmela—. No te atreves ni a mirarme porque sabes que tengo razón. Y después dicen que yo soy la zorra, por favor.

—Es suficiente, Megan—me corta Jude, a lo que le sonrío con malicia.

—No, cariño. No tuve suficiente. Por ahora quiero eso, que se larguen de aquí porque no los quiero en mi vida ni cerca de mi hijo. Eso se acabó.

—¡Hija!

—Dije, se acabó. Largo. Adiós.

El silencio toma toda la habitación. Nadie se mueve. Solo las respiraciones agitadas se pueden oír por lo que parecen ser segundos eternos, sin embargo el abuelo es quien rompe la tensión.

—Oscar—pide—. Llama a seguridad. Escolten a estas personas fuera de casa.

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