03.

JUDE

Entro por la puerta principal de la mansión, todavía hundido en mis pensamientos, incapaz de ver a quién en realidad estoy llevando por delante pues ahora mismo no puedo estar concentrado en nada.

¿Cómo demonios fue capaz de hacer algo semejante? ¿Cómo siquiera pudo pensar, con su diminuto cerebro, hacer algo de esta magnitud? ¡Se ha vuelto completamente loca!

Siento desesperación, rabia, demasiadas cosas que no quiero ni siquiera nombrarlas porque siento que estoy a punto de ahogarme en mi propio veneno.

De repente la imagen de toda mi familia reunida en la sala como cada noche antes de cenar me lanza de frente ante la gravedad de su ofensa. Y no puedo quedarme callado.

—Señor Jude, su familia lo estaba esperando para cenar—me reclama el encargado de la casa—. Sabe cuál es el horario de la cena, ¿por qué se retrasó?

Trago grueso, levantando la mirada para verlo.

—¿Dónde está mi abuelo?

Mis padres de inmediato se ponen de pie. Mi hermano, quien está junto a su esposa, se mantienen en el sofá sin embargo se nota que su mirada está puesta en mí.

—Cariño, ¿qué tienes? Estás todo pálido—dice mi madre, tomando mi rostro entre sus manos.

—Jude, habla, hijo. Te escuchamos.

Trago grueso, sacudiendo levemente mi cabeza. Regreso la mirada a mis padres, a mi hermano, a mi tía quien está a pocos metros junto a mi primo y la verdad es que no sé cómo soltar esta bomba. Mucho menos cuando mi abuelo hace acto de presencia, imponiendo con su imagen su total autoridad en tods nosotros de forma en que guardamos silencio de inmediato.

—¡Jude! ¿Qué son estas horas de llegar? —reclama a gritos—. ¿Acaso no tienes un celular para avisar que no llegarás? Nos tienes a todos preocupados por tu irresponsabilidad.

Mi madre interfiere.

—Cariño, ¿estabas con tu prometida? ¿Acaso perdieron la noción del tiempo?

Sé que quiere suavizar las cosas, sin embargo no va a poder porque si quisiera mentirle a mi abuelo, lo haría. Lo hice varias veces, solo que ahora no tiene sentido alguno.

Es al vicio todo esto.

—Abuelo, quisiera hablar contigo. Es urgente.

—Por favor, hijo, no me asustes de esa forma. ¿Pasó algo?

Asiento, acariciando la mano de mi madre.

—No quisiera dar estas noticias, y se los diré a todos, se los juro, pero... primero quiero hablar con mi padre y mi abuelo, a solas de ser posible.

Jamás he utilizado sus tácticas. Hablar a solas siempre me pareció algo hipócrita después de todas las veces en que restregaron en mi cara todo el asunto de la unión familiar, sin embargo ahora los necesito porque no tengo idea de cómo avanzar.

Estoy en blanco.

Toda mi vida he tomado decisiones por mi cuenta, pero ahora me encuentro incapacitado para hacerlo por el simple motivo de que sé que haga lo que haga, toda mi familia acabará arruinada.

—Cenen ustedes, nosotros hablaremos—dice entonces mi abuelo—. Vamos al despacho.

Camino detrás de mi padre, ambos tras mi abuelo hasta que ingresamos al despacho cuyo lugar siempre me pareció demasiado aterrador. Es imposible no recordar las veces en que me gritaron por los problemas que causé y creo que hoy no habrá diferencia con aquellas veces.

Después de tomar asiento, dos pares de ojos me miren con tranquilidad y cierta desconfianza al mismo tiempo, lo que es de esperarse porque después de las cosas que hice, es obvia su reacción.

—Dime, hijo, ¿qué te tiene tan alterado?—pregunta mi abuelo.

Trago grueso, mirando a mi padre.

—Yo... no he podido conseguir la firma de mi... de esa mujer—corrijo, al ver la expresión de su rostro—. Se fue de la ciudad, abandonó todo y no fui capaz de localizarla hasta hoy que mi padre...

—Espera, ¿me estás diciendo que planeamos una boda para un hombre que todavía sigue casado? ¡Por qué demonios no me dijeron antes!

Mi padre suspira, acomodando su traje.

—Papá, los abogados iniciaron los papeles, los enviaron, pero esa mujer se negó a firmarlos.

—Por eso quise ir personalmente. Quiero tener todo listo y créeme que soy el principal interesado en separarme de esa mujer.

—Le pedí a nuestros hombres que investigaran un poco. Me enviaron una dirección y se la pasé.

Mi abuelo me mira entonces, todavía confundido.

—¿Y? ¿Fuiste a verla hoy?

Asiento, sintiendo la agrura subir y bajar por mi garganta con demasiada rapidez pues las palabras que voy a decir van a cambiar el curso de absolutamente todo lo que había planeado hasta ahora.

—Sí.

—¿La encontraste?

Vuelvo a asentir.

—¿Entonces?—insiste con rabia—¿por qué no dices nada?

—Porque pasó algo. Yo... no pude hablar con ella.

Mi padre frunce el ceño de inmediato.

—¿A qué te refieres? ¿Te congelaste?

—En cierta forma.

Mi abuelo bufa, aún más molesto que antes.

—Pensé que eras un hombre, que tenías los pantalones bien puestos, pero veo que una mujercita te hace perder las palabras.

—No es así, yo... pasó algo que... vi algo que no pude... no sé...

El fuerte golpe en la mesa me despeja la mente en cuestión de segundos.

—¡Ya dime qué demonios está pasando contigo y esa chica!

—Fui a verla, la encontré y cuando quise acercarme vi que está embarazada.

Soltar la noticia de esta forma logra que ambos se queden atónitos y no es para menos. Nuestra familia es respetable. Acatamos reglas para que estas cosas no sucedan y de hecho, el divorciarme ya es algo malo, pero el que la mujer que todavía carga nuestro apellido esté embarazada de otro hombre, deja nuestro honor por el suelo.

Una vez más esa mujer deja a mi familia en ridículo y no solo eso. Si los medios se enteran, si al menos uan noticia sale al respecto, acabaremos siendo la burla de nuestros enemigos y la deshonra de nuestros amigos.

—¿Qué?

—No quise acercarme porque no podía hablar. ¿Qué le iba a decir?

Mi abuelo golpea con fuerzas la mesa de su escritorio, claramente molesto, con los ojos inyectados en rabia.

—¡Debiste exigirle que firmara los papeles en ese preciso momento! ¡Esa chica deshonrosa! ¡Es una cualquiera!

Trago grueso, guardando silencio.

—¿Cómo se atreve? ¿Cómo te atreviste a dejarla ahí?—pregunta mi padre, atónito.

—¿Qué se supone que debía hacer, papá? No supe cómo actuar, no pude decir nada. Fui incapaz.

—¡Debiste traerla ante a mí para sacarle a golpes la firma o ese bastardo! ¿Acaso no entiendes que esto es una burla para nosotros? Si la prensa llegara a enterarse, entonces...

—Entiendo que sería nuestra ruina. Mi ruina personalmente, y por eso vine a pedirles ayuda porque no tengo idea de qué debo hacer ahora—digo, casi en tono de suplica, captando la atención de ambos—. Escuchen, quiero divorciarme, quiero alejarla de mi vida, pero sé que si esto sale a la luz antes de obtener su firma estaré jodido e incluso mis nuevos suegros podrían comentar acerca de mi hombría y no quiero eso. Por eso, abuelo... ayúdame, por favor.

Una vez más tengo que guardarme mis palabras y rogar porque mi abuelo me ayude a conseguir lo que quiero porque sé que si eso no pasa, acabaré por ser la burla de todos mis amigos ya que mi esposa decidió embarazarse de otro hombre, aún cargando mi apellido junto al suyo.

Después de varios minutos de pensarlo, y de calmarse, mi abuelo finalmente decide hablar.

—Si no se divorció de ti, conociendo a esa mujer, de seguro está planeando algo contra nosotros—comenta con rabia.

—¿Crees que mentirá que el bebé es de Jude?

—No lo sé. ¿Lo es?

Ambos clavan su mirada en mí.

—Entiendo por qué dudan, pero no. Yo no la toqué desde el momento en que se fue de la mansión.

—Si lo que dices es cierto y entonces anda de inmoral, lo mejor será que firme esos papeles cuanto antes.

—No quiso hacerlo, papá.

—Si no quiso por las buenas, entonces tendrá que ser por las malas—dice, poniéndose de pie—. Jude, llama a nuestros hombres, dales la dirección de esa chica. Que la busquen hasta debajo de las piedras de ser necesario, pero quiero que la traigan ante mí.

—¿Qué vas a hacer con ella, abuelo?

—La obligaremos a firmar y luego la dejaremos ir. Que se lleve su bastardo donde quiera solo después de que su nombre deje de estar ligado al nuestro.

—Papá, no podemos secuestrarla.

—No es un secuestro. Digamos que es... un reencuentro entre marido y mujer.

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