El cielo de Vancouver comenzaba a vestirse de azul profundo cuando el mensaje llegó. El aire olía a tierra húmeda y a humo tenue de chimeneas lejanas, mientras el murmullo de los autos se apagaba poco a poco como un suspiro colectivo de la ciudad preparándose para dormir. En la calle, los faroles encendían su luz ámbar como luciérnagas urbanas, y el mundo parecía suspenderse entre lo que fue y lo que estaba por empezar.
Valery, recostada junto a una lámpara de luz ámbar, miraba distraídamente la calle desde su ventana. El celular vibró sobre la mesa, y su mirada se desvió al leer el remitente.
Jacob.
—¿Te gustaría hacer algo diferente esta noche?
La sonrisa que curvó sus labios fue leve, pero real. Su pulso se aceleró sin querer. A veces, el deseo de parecer humana era más fuerte que el miedo de ser descubierta. Tecleó con cuidado.
—Hoy no trabajo, dame dos horas.
—Te vas a sorprender, tengo algo en mente. —la respuesta de Jacob fue casi inmediata.
Valery dejó el móvil a un lado y cam