—¡¿En qué mierd4 estabas pensando, Isabella?! Como si no tuviéramos suficientes preocupaciones tú te metes en problemas con la justicia —le gritó Oliver.
Primero la insultó y ahora su esposo había empezado a gritarle en la calle. ¿A dónde acabarían si seguían así?
Gracias a su abogado y al dinero había conseguido su libertad, pero Isabella jamás olvidaría el horror de haber estado tras las rejas durante dos horas. Sería una historia para contarle a sus nietos. Porque tendría nietos, claro que sí, Matilde regresaría a ella y le daría muchos nietos.
—¡Pensaba en encontrar a mi hija! ¡Yo la estoy buscando, no como tú! No has sido capaz de pegar un puto afiche. ¡Hasta Swizz pega afiches y tú no!
—¿Quién es Swizz?
—Da igual, estamos hablando de ti.
Oliver rio con sarcasmo.
—¡Entraste a robar a una casa! ¡Y a la casa de los Johnson! ¡Qué vergüenza! ¡Qué decepción!
—¡Tenía razones para hacerlo!
—De todos modos no encontraste nada... Ya no te reconozco. Nuestra hija desaparecida y llena de