La luna brillaba con fuerza esa noche, sus rayos acariciando mi piel con una calidez que ya no me traía consuelo. Era como si el satélite de plata me estuviera llamando, y no para susurrarme promesas, sino para reclamarme por lo que había hecho. ¿Cuánto tiempo más podría soportar el peso de su mirada? Cada día, cada hora, sentía sus fuerzas surgiéndome desde dentro, empujándome hacia una oscuridad que temía aceptar, pero que, al mismo tiempo, me ofrecía poder. Un poder que me destrozaba y que, sin embargo, me daba la sensación de ser más… más de lo que siempre soñé.
El campamento estaba en silencio, más tenso que nunca. La Alianza había comenzado a desconfiar de mí, y no era para menos. La explosión de poder en el bosque, mi compo