La noche ha caído sobre la ciudad, y con ella un silencio inquieto se cierne en el aire. Giorgia mira por la ventana de su departamento, perdida entre las luces lejanas de los edificios. Siente que el mundo entero se tambalea a su alrededor. La conversación con su padre todavía retumba en su mente, como si cada palabra fuese una campanada que le recordara lo vulnerable que se ha vuelto su relación con Julian.
Un golpeteo suave en la puerta la saca de sus pensamientos. Su corazón se acelera de inmediato. Lo sabe, sin necesidad de mirar. Abre y ahí está: Julian, con el rostro sombrío y la mirada cargada de una mezcla de determinación y angustia.
—Hola —susurra.
—Hola —suspira Giorgia, sintiendo que el corazón le da un vuelco, pero luego se le calma cuando él se inclina y deja un suave beso en sus labios.
Sus brazos la rodean y la atrae hacia sí, apretándola contra su cuerpo en un abrazo cálido y tan necesario.
—Tenemos mucho que hablar —dice él, besando su frente.
Ella asiente, se separ