—¿Quieres una copa de vino? —le pregunta Giorgia, intentando aligerar la tensión que los envuelve.
—Solo si tú bebes conmigo y brindamos —responde Julian.
Giorgia sonríe y asiente.
—Claro.
Va a la cocina y busca una botella y dos copas. Sirve vino para los dos y luego regresa a la sala, donde Julian la espera sentado en el sofá. Le entrega una de las copas y se sienta a su lado, al alzar la copa, lo mira con una chispa traviesa.
—Por nosotros.
Julian choca su copa con la de ella, sin dejar de observarla.
—Por nosotros, y porque nada ni nadie nos va a separar.
Beben, y el calor del vino se mezcla con el calor que ya los consume. Las risas empiezan a aparecer, tímidas, como si se aferraran a la normalidad. Hablan de tonterías: una película que ella quiere ver, un recuerdo de Las Vegas que los hace reír, en que deberían ir a cenar junto con Emily y Max, sus mejores amigos, para tener una cita a ciegas. Aunque por teléfono les han hablado sobre su relación, no lo han hecho