El departamento de Giorgia está en penumbras cuando ella abre la puerta y deja que Julian pase primero. Había encendido un par de lámparas suaves antes de salir en la tarde, y el ambiente acogedor contrasta con la formalidad de la reunión en la mansión de su padre.
—Bienvenido a mi refugio —dice con una sonrisa, dejando su bolso sobre una silla. Hasta ahora, Julian no había entrado a su departamento, siempre iban al de él después del trabajo o de ir a cenar a algún restaurante. Es la primera vez que él entra.
Julian recorre el espacio con la mirada: paredes color crema, estanterías llenas de libros, un sofá gris con cojines color vino, y una mesa baja en la que descansa una vela encendida. El aroma de lavanda flota en el aire.
—Me gusta —comenta él—. Tiene tu esencia: cálido, tranquilo y… de buen gusto.
—Gracias. —Ella se sonroja levemente—. Me alegra que estés aquí después de todo lo de esta tarde.
Ambos se acomodan en el sofá. Giorgia, aún con los zapatos en la mano, suspira aliviad