Al ver la expresión seria de Alfredo, no pude evitar reír a carcajadas. Él, sin investigar la verdad, ya me había considerado como la culpable, ¿y ahora decía que me protegería en el futuro?
—Alfredo, no necesito la protección de nadie. No soy la culpable del incendio. Si quieres, investígalo.
Dicho esto, estaba a punto de irme, pero él me apretó la muñeca con más fuerza. Sus ojos mostraban confusión y cansancio, como si estuviera vacilando en defenderme o no.
—Ya no eres una niña. ¿Por qué sigues siendo tan inmadura? Violeta es mucho más considerada que tú …
En ese momento, Violeta me estaba mirando con rencor. Tan pronto como escuchó las palabras de Alfredo, su expresión se torció en la de una víctima:
—Alfredo, si piensas así, puedo perdonarla por ti… No la denunciaré, pero realmente tengo miedo de que vuelva a hacer más locuras… Les prometiste a mis padres que nunca permitirías que nadie me lastimara, ¿verdad?
Me detuve a observarlos. Cuando ella volvió a mencionar a sus padres, l