Su mamá ya se levantó y, al escuchar su ridícula pregunta, le dio a Alfredo una fuerte patada en el pecho:
—¡Maldito! ¿Por qué he criado a un hijo tan estúpido como tú? ¿No entiendes el español? ¡Te dije que Valeria se había quedado conmigo todo el día! Cuando te fuiste con esa mujer, quien te dijo que había nadie en casa, ¡fue ella quien me dio el último vaso de agua para salvarme la vida!
Alfredo estaba tan impactado por la verdad, quedándose paralizado en el suelo. En ese momento, mi suegra me vio y me hizo una señal para que me les acercara. Con una complicada mezcla de emociones, me dirigí hacia ella:
—Mamá… No, señora Hernández…
Notó el cambio en el trato que usé, y de inmediato, las lágrimas brotaron de sus ojos. Muy enfurecida, se levantó de la cama para golpear a su hijo. Lo reprochó agitada:
—¿Te has vuelto loco? ¡Te he dicho miles veces que te mantengas alejado de Violeta! Tienes tu propia marida, ¿pero dedicaste todo tu cariño en una mujer así?
En medio del alboroto, Violet