Semanas después, Scott se miró en el espejo del vestidor, con el uniforme sudado pegándosele al cuerpo y las pulsaciones aún disparadas.
Acababa de firmar el contrato de su vida.
Estaba donde siempre soñó estar.
Y sin embargo, una sombra ensuciaba toda su felicidad.
Julieta.
Miguel.
Aura Anaís.
Apretó los dientes con fuerza, registrando cada maldito rumor que había tenido que escuchar en los últimos meses.
—"Michael Barrientos fue un héroe para Julieta".
—"Michael esta feliz con su hija."
—"Son la familia perfecta."
Scott lanzó un puñetazo contra la taquilla de metal, haciéndola vibrar.
—¡Mar maldita! —masculló.
Para algunos, parecía obvio: Michael era el padre si a físico y apariencia de la bebé se trata.
Julieta lo había engañado.
Mientras él se rompía el alma en el campo, mientras soñaba con un futuro juntos, ella ya había encontrado consuelo en otros brazos.
Scott se pasó las manos por el rostro, agotado.
— ¿Cómo no lo vi antes? —se preguntó en voz baja.
El dolor lo carcomía desde