Mundo ficciónIniciar sesiónLos días han transcurrido con normalidad por así decirlo. He querido tomar un descanso de por lo menos unos dos o tres días, pero esos intentos han sido infructuosos ¿la razón? He tenido que hacerme cargo de la mayoría de las reuniones con los nuevos socios.
Yara y Enzo han tenido que salir del país para encargarse de ir a visitar a otros potenciales socios. Me llena de satisfacción que la empresa que con tanto esfuerzo fue creada desde cero haya evolucionado en estos años. Todo se debe al trabajo en equipo que formamos los tres y los demás integrantes. Estos mismos días son los que no he dejado de pensar en esa hermosa mujer con la que tuve un pequeño accidente. No he tenido la oportunidad de encontrarme nuevamente con ella y eso lo acredito a que alguno de los dos llega o muy temprano o muy tarde. También está la posibilidad de que a la pequeña la lleve otra persona a la escuela. —¿Hijo se puede saber en qué estás pensando? —interroga mi madre mientras se acerca para sentarse a mi lado—. No me vayas a mentir que ya estoy muy vieja para eso, así que habla de una buena vez. —Es solo que… —doy un fuerte suspiro—. He conocido a una mujer que, bueno… Madre me avergüenza tener que contarte esto ¿tiene que ser a juro? —Finalmente, apareció alguien que ocupa tus pensamientos. —una tenue sonrisa se dibuja en su rostro—. Eso me alegra mucho hijo, recuerda lo que siempre te he dicho cariño. —A la tercera va la vencida. —-decimos al unísono sacándonos una sonrisa. —A ver dime como es. —posa una de sus manos sobre la mía—. Debe ser muy hermosa para tenerte asi de tonto con los oos brillando como farol en navidad. —Tampoco seas exagerada. —pongo los ojos en blanco—. Es una mujer como cualquier otra, pero eso sí, con la sonrisa y los ojos más hermosos que he visto en mi vida. —Entonces no es como cualquier otra mujer. —niega con un movimiento de cabeza—. ¿Dónde la conociste? —Si te digo que fue por un pequeño accidente en la escuela, no me lo vas a creer. —sonrío al recordar el incidente—. Después de eso no la he vuelto a ver. —Si el destino los quiere unir, solo debes tener paciencia cariño. —sus ojos se iluminaron de felicidad—. Sabes que mereces ser feliz y si ya llegó esa mujer a tu vida, solo debes tener paciencia y seguir esperando. En el momento en que menos lo esperes la vas a volver a encontrar. Luego de un largo rato conversando con mi madre, ella me deja para irse a descansar. Al parecer se ha sentido un poco cansada los últimos días. Aunque no quiera decir nada, se que algo le está pasando. Veo la hora en el reloj y decido dar un paseo por el parque mientras llegan mis tres terremotos. Hoy por ser sábado solo trabajamos medio día y Yara junto a Enzo aprovecharon la oportunidad para llevarlos a dar un paseo. Estoy casi seguro de que van a llegar tan cansados que no van a querer hacer la noche de cine en familia. Tomo las llaves del auto y subiendo al interior, piso el acelerador rumbo al parque. Al llegar aparco el auto en un lugar no muy lejano. Bao activando la alarma y comienzo a caminar por los alrededores. Sentado en una de las bancas de cemento veo correr a los niños jugando pelota, otros juegan con sus mascotas y otros comen junto a sus padres. Hermosos recuerdos llegan a mi mente cuando pienso en todo lo que he disfrutado junto a mis pequeñas princesas. Ellas son la luz que ilumina cada día de mi vida. De repente recibo un pelotazo en la espalda y al girar veo a una pequeña taparse la boca con sus pequeñas manitas. —Lo siento teños. —talla sus ojos estando a punto de llorar—. Fue mi pupa, no se moeste comigo. Me pongo de pie para ir en busca de la pelota y acercarme a ella. Me agacho para estar a su altura. —No te preocupes princesa. —acaricio su cabello con ternura entregando su pequeña pelota de princesas—. Solo estás jugando, no pasa nada. —¿Etoces no ta moesto comigo? —coloca sus pequeñas manos en las caderas y sonrio ante su manera de actuar. —No estoy molesto princesa. —esboso una sonrisa—. A ver ¿Dónde está tu mami? —Eta discutiendo co papi. —gira para señalar un lugar en especifico, sigo la dirección de su manita. A la distancia veo a una mujer enfurecida con el hombre que está parado frente a ella.Al parecer la discusión está más que acalorada, tanto que han descuidado a la pequeña princesita. Solo espero que el muy infeliz no se atreva a levantarle la mano para pegarle porque me le voy a dar hasta en la cédula. Agarro a la pequeña de la mano para caminar con ella en dirección al carrito de helados que se encuentra a unos cuantos pasos de nosotros. —Si, helalo muy dico. —aplaude llena de felicidad—. Quedo de cocoate y nilla. El señor que atiende el negocio sonríe para tomar una pequeña cesta de galleta y colocar los sabores que ella pidió. —¿Chispas de chocolate o colores? —Muchos coores. Al poco rato le entregan su delicioso helado, le cancelo al heladero y nos dirigimos nuevamente a la misma banca donde estaba cuando llegué. Esta vez me siento dando el frente hacia donde se encuentra la pareja discutiendo aun. Por la distancia no logro divisar claramente sus rostros, pero dejo eso que no me interesa para estar pendiente de la pequeña. —¿Cómo te llamas princesa? —Meralda, ati omo mis ojo. —señala con uno de sus dedos sus ojos robándome una gran sonrisa—. ¿Tomo te llamas? —Fred, es más fácil para que lo pronuncies princesa. —Ta bien fe, ahora tomos amigos. —me regala una hermosa sonrisa chocolatada. —Esmeralda ¿donde carajo te metiste? —veo al hombre que antes discutía con la mujer caminando como un demonio en nuestra dirección—. Muchacha del demonio ¿qué te he dicho sobre hablar con extraños? —Disculpeme, pero esa no es la forma de hablarle a una pequeña. —me levanto para enfrentar al hombre que es mucho más bajo que yo—. Además, el culpable es usted y su esposa que no están pendiente de la pequeña. —Eso no es su maldito asunto. —toma bruscamente a la pequeña del brazo arrojando su helado en el proceso—. Aprenda a no meterse en donde no lo han llamado. Camina a grandes zancadas arrastrando a la pequeña que no hace más que llorar por su pelota. Tomo la pelota para guardarla, tal vez algún día la vuelva a ver, giro para regresar a donde deje estacionado mi auto y de repente escucho los gritos de desesperación de una mujer. —Esmeralda mi amor ¿dónde estás? Giro para ver quien es la irresponsable de no haber protegido a su pequeña y grande es mi sorpresa cuando nuestras miradas se cruzan haciendo que el corazón se me quiera salir del pecho. —¿Eres tú?…






