Una melodía comenzó a sonar en violín. ¿Era necesario tanto romanticismo en medio del caos mental que estaba viviendo? Honestamente, parecía una escena de película donde en cualquier momento alguien se declararía. O moriría.
—Vamos al baño —susurró Mia en mi oído.
Asentí y me levanté del asiento. Daylon me lanzó una de esas miradas suyas, entre curiosidad y sospecha.
—Iré al baño —dije, como si necesitara permiso. Él solo me miró en comprensión, aunque su ceño fruncido decía otra cosa.
Mia y yo nos adentramos en la mansión, recorriendo el enorme pasillo hasta llegar al baño.
—Se ven lindos juntos —comentó Mia de repente, mirándome fijamente.
—Basta, Mia. No me metas más ideas en la cabeza —suspiré, mirándome en el espejo.
—¿Te gusta? —sonrió con diversión.
—No —respondí automáticamente.
—Si tú lo dices… —se retocó el cabello con una sonrisita sospechosa.
—Pues debería —interrumpió una voz desconocida.
De golpe, la puerta de un cubículo se abrió.
—¡AAAAAH! —Mia y yo gritamos al unísono