A la mañana siguiente, Lilia llegó a la empresa algo más tranquila. Saber que Ramírez ya no podía dañarla le otorgaba un pequeño respiro… aunque el cansancio por la larga caminata y el hambre por haberse saltado el desayuno pesaban en su cuerpo. Solo había tomado el café y algunos panes que la empresa ofrecía gratuitamente.

Mientras revisaba los primeros bocetos del día en el área de diseño, su nombre sonó por el altavoz.

—Lilia Herrera, preséntese en la oficina del CEO.

Los murmullos no tardaron en colarse por toda la sala.

—¿Otra vez con el jefe? —susurró alguien.

—Seguro que le van a dar un ascenso… ¿con qué pagaría? ¿Con cuerpomático? —rio otra, con una risita nada disimulada.

—Con esa cara de papacito que tiene el jefe, yo lo haría gratis —dijo una más descarada, sin pudor.

—Qué suerte tienen algunas —añadió una voz teñida de envidia.

Lilia tragó saliva, ignorando los cuchicheos y caminó con la cabeza en alto hacia el elevador.

Al llegar, Alexander ya la esperaba de pie, co