Después de darse cuenta por sí mismo de que mi bebé sí llevaba su sangre, la actitud distante de Adam mejoró notablemente; pasó a adorar a su hijo y a buscarlo en todo momento. Volvía puntual del trabajo, para tomarlo de mis brazos y llenarlo de besos, encantado de hacerlo reír.
En un par de días, Adam se convirtió en un papá amoroso y dedicado por completo a su familia. Mientras fuera todo aún era un caos por la demanda de Sabine, en casa mi esposo se olvidaba de todo eso y pasaba el mayor tiempo posible conmigo y su hijo. Mientras tanto, Julieta vino por las muestras sanguíneas para llevarlas a un laboratorio, tanto para probar que mi bebé era de Adam como para comprobar que la bebé de Sabine no era de mi marido.
Porque Adam seguía sosteniendo que la bebé no era suya.
—Yo no tendría ningún problema si Zoe resulta ser tu hija...
Mi marido se incorporó en la cama, con su hijo en brazos.
—Este niño es mi único descendiente, Hannah, eso te lo puedo jurar.
Me incorporé también y lo obser