《¡Para que al final la tire al suelo y le rompa todos los huesos!》pensó.
Lola pensaba en eso cuando, de repente, los dos hombres que antes estaban enfrascados en una pelea sin cuartel, sin prestar atención a sus gritos, se detuvieron como si hubieran recibido un susto. Antes de que la silla de ruedas de Irene llegara a ellos, uno retiró el puño y el otro la pierna. En el siguiente segundo, ambos miraron a Irene con furia y hablaron al unísono.
—¡¿Estás loca?!
—¿Ustedes dos están enfermos? Si tanto les gusta pelear, ¡vayan al zoológico a pelear con los monos! ¡Que todos vengan a ver! ¡Péguense a gusto! —Irene, furiosa, tenía los ojos enrojecidos.
—Irene, sabes que estoy molesto, ¿quién le dijo a Diego que...
Julio fue el primero en ceder, hablando rápidamente. Al ver que Julio se quejaba, Diego no pudo evitar intervenir.
—¿Quién comenzó a pelear? ¿Quién dijo que iba a pelear? Julio, tú...
—¡Cállense todos!
Irene golpeó el reposabrazos de su silla de ruedas, y ambos hombres se quedaron e