Irene no pudo evitar cubrirse el rostro y llorar. Siempre había creído que su decisión de irse se debía a que ya no sentía amor en su corazón. La última chispa de esperanza y cariño que le quedaba, Diego la había consumido por completo.
En estos cinco años, se consideraba a sí misma bastante libre. Quizás hubo momentos en que recordó a Diego, pero cada vez que eso sucedía, se forzaba a desviar su atención, sin querer caer de nuevo en aquel doloroso pasado.
Sin embargo, nunca imaginó que, después de cinco años, Diego fuera como un hombre nuevo. Aquello que había deseado con tanto anhelo, ahora lo tenía arrodillado frente a ella, con las manos extendidas.
A veces pensaba en lo irónico que era el destino. ¿Es esto lo que se dice, primero el sufrimiento y luego la dulzura?
Irene consideraba todo esto realmente ridículo. El destino parecía jugarle una broma cruel.
Con la llegada de su hijo, Irene sentía que la vida había recuperado un sentido. Al reflexionar, se daba cuenta de que desde peq