—No hace falta. —dijo Irene—. Ya se acerca la Navidad, ve a acompañar a tu abuelo.
—Ya hablé con él. —Diego levantó la mano para mirar el reloj—. Debería estar viniendo.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué hacer que venga de tan lejos? —Irene se sorprendió y luego dijo.
Mientras hablaba, se disponía a tomar su celular.
—El niño está enfermo, ¿no puede venir a verlo? —Diego la detuvo.
—Tu abuelo ya es mayor, además, Feli solo tiene una neumonía... —Irene frunció el ceño.
—¿Solo una neumonía? —Diego empujó su mano de vuelta—. Come ya, no discutamos sobre esto.
—¿Abuelo? —preguntó Félix desde un lado.
—Es el abuelo de tu mamá y mío. Feli, debes llamarlo bisabuelo. —respondió Diego.
Félix asintió, pero rápidamente volvió a mirar a Irene.
—Mami, los ojos del tío Diego están enfermos, ¿puedes revisarlos?
Irene en realidad no había mirado detenidamente a Diego. Al verlo, recordó el momento en que se besaron y abrazaron. Al escuchar a Feli, levantó la mirada hacia él.
Al mirarlo, notó que sus ojos estaban