Al principio, Diego se sintió un poco avergonzado, pero al pensar en los consejos de Joaquín, rápidamente ajustó su actitud y decidió tomarlo con calma. Mientras Bella no le hiciera problemas, nadie en la mesa se iba a meter con él.
Diego estaba sentado entre Irene y Julio, lo que le impedía hacer mucho. Solo podía observar cómo Julio le servía comida a Irene y se acercaba a ella para hablarle.
Aunque estaban usando utensilios compartidos y su distancia no era demasiado cercana, para Diego, esa situación le provocaba una incontrolable mezcla de envidia y celos.
En medio de la comida, Julio salió a atender una llamada. Cuando regresó, se sorprendió al ver a Diego en su lugar.
—Te he movido los utensilios, así que cambiamos de lugar, ¿no te importa? —dijo Diego al verlo entrar.
¿Ya se había sentado y todavía preguntaba si le importaba?
Julio nunca había pensado en competir con él, pero tampoco estaba dispuesto a perdonar a Diego tan fácilmente.
—Sí, me importa. —respondió.
—¡Que se pelee