Una mañana, Amelia estaba decidida a enfrentar a Marcus. No podía seguir viviendo como si nada hubiera pasado, ni fingir que la realidad no la estaba aplastando. La verdad era un peso insoportable, y ella sabía que debía deshacerse de aquel hombre, incluso si eso podía resultar peligroso. Su corazón latía con fuerza; estaba lista para luchar por su libertad y la de sus hijos.
Marcus apartó la mirada de los documentos que revisaba, levantó la vista y se encontró con Amelia. Ella parecía diferente esa mañana. Un suspiro pesado escapó de él al notar la seriedad en su rostro.
— Amelia, estás aquí. Supongo que tienes algo que decirme.
— Sí, así es, Marcus —respondió, dejando al hombre confundido. Ya no lo llamaba "papá", lo que significaba que las cosas estaban a punto de cambiar. Amelia sabía que la verdad no sería bien recibida.
— Sabes que no me gusta que se anden por las ramas. Ve al grano y dime qué te pasa.
— Escuché tu discusión con esa mujer. Ella mencionó claramente que no soy tu