A la mañana siguiente, llegó al hospital, aun sintiéndose culpable de lo que había hecho.
Mentón en alto y espalda recta, era su manera de caminar, sin permitir que los otros evidenciaran que no era más que una cualquiera.
Sus ojos se encontraron con los del hombre que venía cruzando el otro pasillo, pero su mirada se mantuvo altiva, sin rastro alguno de la zozobra que la calcomanía.
—Buenos días, directora —dijo él al pasar por su lado.
Y ella contestó con un seco y parco:
—Buenos días, Hill.
En su oficina, se dejó caer en el asiento, mientras pensaba en la mejor manera para proceder con esto.
Bajo ningún concepto, Ismael podía asociar su embarazo con él, así que lo más sencillo era quitarse meses, decir que el niño nació sietemesinos, cosa que sin duda tendría que ser el caso si es que quería que su marido le creyera también.
Todo a partir de ese momento se convertiría en una bola de engaños, pero no tenía más opción que esa.
Su reputación, su trabajo, todo estaba en juego y n