A pesar del aburrimiento y el encierro diario, el tiempo en el hospital pasaba a una velocidad sorprendente.
Siete meses.
Regina ya tenía siete meses de embarazo y sentía que esto era como un sueño hecho realidad porque no había pensado que llegaría tan lejos y sí, cada día que pasaba era una victoria y no podía evitar alegrarse por eso.
También sentía que estaba en deuda con Sofía Morgan y con cada uno de sus enfermeros, ya que gracias al reposo absoluto y a la supervisión constante de ellos había llegado a esta meta.
Sin embargo, esa mañana, las cosas cambiarían debido a un dolor agudo en su abdomen que la hizo despertarse en medio de un sueño inquieto. Su esposo, quien había decidido ponerle una pausa al trabajo para quedarse a su lado en estos últimos meses, se levantó de inmediato para examinarla.
—Regina, ¿estás bien? —preguntó con su voz llena de preocupación, luego de detallar su aspecto.
—No, Nicolás, algo no está bien —respondió con el rostro pálido y un sudor perlando su